Política, o sea “la actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos” (DLE) como es el caso del gobierno de una ciudad, una región o un país, y que da poder a los políticos; y polis alude a la ciudad material como a la convivencia creativa y democrática de sus ciudadanos. La política es el arte de organizar una ciudad perfecta y su región, y de ahí que todo programa de gobierno lo sea también de construcción, como dice Wolgang Braunfels (Urbanismo Occidental, 1983)
Poder, o sea “tener expedita la facultad de hacer algo” (DLE) es ineludible para poder gobernar, pero en la planificación y control de las ciudades, sus regiones y el país, y especialmente en la construcción de las obras públicas, la que se presta a la corrupción de los funcionarios. El populismo, la polarización y la posverdad son las herramientas con que se obtiene, usa y abusa del poder en el Siglo XXI, como lo ha señalado Moisés Naím (La revancha de los poderosos, 2022).
Corrupción, o sea “sobornar a alguien con dádivas o de otra manera” (DLE) y en consecuencia, en lo relativo al manejo de las ciudades y sus regiones, eliminando su control urbano, arquitectónico y paisajístico, oportuno y efectivo por parte del Estado. El urbanismo y la arquitectura de las ciudades se ha vuelto una “corruptela” en la que prima la arbitrariedad de sus formas y no su objetividad, como lo ha evidenciado Avelina Lésper (El fraude del arte contemporáneo, 2015),
Control, o sea la “comprobación, fiscalización, intervención” (DLE) cuya falta casi total lleva a muchas ciudades al caos urbano, arquitectónico y paisajístico, a su realidad, a falta de una visión compartida de ciudad previa a su planificación. La defensa del patrimonio construido y del paisaje natural, cuenta cada vez más en la resistencia a los proyectos privados o públicos con fuertes impactos sobre el territorio, como señala Jordi Borja (Revolución urbana y derechos ciudadanos, 2013).
Realidad, o sea “la existencia real y efectiva de algo” (DLE) pero que muchos habitantes de las ciudades poco ven, o simplemente no ven, debido a su falta de una educación al respecto. Muchos políticos, líderes cívicos, funcionarios y mercaderes, más dedicados a la publicidad y el negocio que a otra cosa, quieren hacer que se crea que las ciudades que habitamos son fantásticas, cuando su realidad es muy otra, no es, sino mirarlas, como Jaime Sarmiento (La arquitectura de moda, 2006).
Educación, o sea “desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales” (DLE) y respecto a las ciudades, regiones desde su pertinente geografía, historia y actualidad: política, económica, social, ambiental y cultural. Conocimientos básicos para construir una visión compartida y acertada sobre el futuro a partir del presente y este del pasado, la que solo es posible al tener conciencia al respecto. Una lacra de la humanidad es la miseria, como dijo Fernando Savater (entrevista, El Tiempo, 01/05/2005)
Conciencia, o sea “el conocimiento del bien y del mal que permite enjuiciar moralmente la realidad y los actos, especialmente los propios” (DLE) es lo que ayuda a evitar ser seducido por políticos corruptos, y votar por aquellos cuyas propuestas respondan a las necesidades y expectativas de cada grupo de ciudadanos, ayudando a que no solo habiten sus ciudades, sino que las vivan. Una meta en el horizonte a la que acercarse lentamente, como diría Eduardo Galeano (Me caí del mundo y no sé cómo entrar, 2010).