Howard Hughes quedó huérfano y millonario en 1924. Tenía 19 años y varias obsesiones: los aviones, el cine, las mujeres, los negocios, el dinero y la higiene. Era patológicamente escrupuloso.Por hobby produjo y dirigió Los ángeles del infierno, una película sobre las hazañas de la aviación estadunidense en la I Guerra Mundial. Para filmarla alquiló 50 aviones de combate, invirtió 3,5 millones de dólares y utilizó 24 cámaras y un elemento novedoso en el cine, el sonido.Venciendo los escrúpulos, se acostó con Jean Harlow, Ginger Rogers, Gloria Vanderbilt, Jane Russell, Rita Hayworth y Liz Taylor, entre otras fulanas. Ava Gardner lo dejó luego de romperle la cabeza con un cenicero de bronce (él la había abofeteado por zorra) pero su gran amor fue Katharine Hepburn, una actriz intelectual y casi tan excéntrica como él, que lo abandonó por mujeriego.De esas andanzas le quedó una sífilis terciaria, mal que se sumó a una deficiencia auditiva congénita y a los problemas de salud derivados de un accidente de aviación.A los aviones les dedicó su vida y su fortuna. Tuvo una aerolínea, la Hughes Aircraft, que competía con la TWA por el monopolio de las rutas a Europa en una guerra sin cuartel que no excluía el espionaje, el saboteo y el soborno a algunos senadores. En 1938 estableció una nueva marca al darle la vuelta al mundo en 3 días y 20 horas, y fue recibido como un héroe.En la II Guerra Mundial duplicó su fortuna gracias a un contrato con el gobierno estadounidense para la construcción 500 aviones destinados al transporte de tropas. A pesar del éxito, su vida era un infierno por las manías asépticas: las perillas de los baños públicos, el aliento de las personas, un asiento salido de la fila o una borona de pan en la solapa de su interlocutor, podían descomponerlo. Se lavaba las manos decenas de veces al día y sufría de fobia a las multitudes.En 1946 volvió a accidentarse en el avión que pilotaba. Sufrió quemaduras en casi todo el cuerpo y fracturas múltiples y complicadas. Sobrevivió de milagro pero sus manías se agravaron.Se recluyó en una cabaña de Beverly Hills Hotel, donde sólo podía entrar un criado que le llevaba frascos pequeños de leche sellados, anfetaminas y medicamentos (Howard no bebía). La única que logró convencerlo de salir de su encierro fue Ava Gardner (buena en casi todo, El aviador, la película de Scorsese sobre la vida de Hughes, falló en el casting de la actriz que la encarna. Escogieron a una muñequita, Kate Beckinsale, para representar al animal más bello del mundo). Hughes se recuperó y logró coronar un viejo sueño, la construcción de un avión gigantesco, el airbus de su tiempo, pero luego recayó, enfrentó reveses de fortuna, se le alborotaron los fantasmas y se encerró en un hotel de Acapulco durante dos años sin recibir a nadie, ni siquiera a la Gardner, hasta el 6 de abril de 1977, cuando fue sacado semiinconsciente, desnutrido, con problemas renales y hecho una amasijo de pelo y mugre. No había vuelto a bañarse ni a dejarse cortar el pelo por temor a las heridas y las infecciones. Las uñas de las manos y los pies medían varios centímetros. Fue trasladado de urgencia a Houston pero no alcanzó a llegar. Hughes murió en el vuelo.P.D.: A las 7:00 p.m. la Filarmónica ofrece en la Sala Beethoven un concierto que va desde Pachito Eché hasta Dvorak y Carl María von Weber. Una noche para el espíritu ¡y para que la Filarmónica siga tocando!