Una inmensa preocupación me ha acompañado durante los últimos meses, en los cuales hemos afrontado un confinamiento, que como lo dijo el papa Francisco en la tarde del 27 de marzo del 2020 “desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensorde ce y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos.
Nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca estamos todos, como los discípulos que hablan a una sola voz y con angustia dicen: perecemos, también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino solo juntos”.

Sí, lo vivimos en el paro Nacional del 27 de abril del 2021: marchas, protestas, bloqueo, era un grito que recorrió nuestras ciudades, se apoderó de los jóvenes y vimos destrucción, terror y muerte, la indignación de tantos años de represión y olvido; es el grito de los pobres que no ha sido escuchado: La política y los políticos han estado sordos a escuchar la voz del pueblo, a meterse en la piel de los que sufren; por eso dos años antes de que esto sucediera decía en su mensaje de año nuevo para la jornada mundial 52 por la paz: “La política, si se lleva a cabo en el respeto fundamental de la vida, la libertad y la dignidad de las personas, puede convertirse verdaderamente en una forma eminente de la caridad”.

Colombia, como el mundo, necesita el desafío de una buena política, de una nueva política. Hoy tenemos que gritar al oído de nuestros políticos que ya no más divisiones, que ya no más buscar el poder  para unos pocos, o grupos, o ideologías, el poder debe entenderse como un servicio para todos, para conseguir el Bien Común de Colombia; que no podemos buscar el poder a cualquier precio porque esto es lo que lleva al abuso y a la injusticia. Entendemos bien la necesidad de la política como el vehículo fundamental para construir ciudadanía y la actividad del hombre, para su desarrollo integral y digno en justicia y libertad, con fraternidad; pero si los que se dedican hoy no la viven como un servicio desinteresado a la comunidad humana, puede convertirse en un instrumento de opresión, marginación e incluso de destrucción.

El llamado insistente de un pueblo que ha sufrido las consecuencias del egoísmo narcisista de los políticos y de la política que ha disfrazado y maquillado de populismo y fantasías, anestesiando las conciencias de los pueblos en la ignorancia para mantenerlos esclavos es que dejen los intereses personales, la arrogancia y soberbia de sus personalidades engañosas e hipócritas y se unan en lo fundamental que necesitamos todos para salir adelante. Pensemos en Patria, en madre, en vida, en Justicia, en libertad, amemos la vida que se nos ha dado y construyamos todos unidos la Colombia para todos.