Un sinónimo muy recurrente de catástrofe es hecatombe, cuyo origen etimológico es del idioma griego.
Procede de hekatómbe, vocablo compuesto por hekatón, ‘cien’, y bous, ‘buey’. Alude al sacrificio de cien bueyes.
Era un sangriento ritual que hacían los helenos en ofrenda a los dioses, en un mes que es nuestro mes de julio.
En sus creencias buscaban el favor divino contra las plagas o las sequías prolongadas que desembocaban en hambruna.
La palabra griega pasó al latín como hecatombe, que el español adoptó hacia el Siglo XVI.
Con, el tiempo pasa a referirse a toda ‘mortandad grande de personas’ o a una desgracia o catástrofe.
En pleno Siglo XXI hay quienes creen que hay que ofrecerle sacrificios a Dios para aplacarlo o para que conceda un favor.
El humano se aferra a creencias humanas y le cuesta liberarse de ellas, sean religiosas o culturales.
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