Hace años un eminente profesor fue a dar una charla en una base militar de EE.UU. y en el aeropuerto lo recibió un teniente llamado Lucas.
El profesor se sorprendió con varios gestos del militar: en el aeropuerto ayudó a una anciana con su maleta.
Luego se detuvo a acariciar y admirar un árbol de hojas otoñales ocres y rojas, y enseñó a dos niños a hacer lo mismo.
Finalmente orientó a una persona extraviada y saboreó con fruición infantil un jugo que les dieron. El profesor le preguntó:
- ¿Dónde aprendió a comportarse así?
- En la guerra. Y le contó lo siguiente:
Mi misión era limpiar campos minados. Cada día le veía la cara a la muerte y varios compañeros tropezaron con una muerte prematura.
Eso me enseñó a apreciar el momento porque no sabía si el siguiente iba a ser el último. Debía aprovechar el instante y valorarlo todo.
En cada trance me jugaba todo y cada paso era toda una vida. Vivir es una aventura exigente, no es fácil; es lindo y pocos lo aprovechan.
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