Un día el Diablo le dijo a Dios: ¡Es injusto! Los humanos obran mal y me culpan a mí. Te mostraré cómo lo hacen.

Había un fuerte carnero sujeto a estaca por una cuerda. El Diablo aflojó la estaca y dijo: Esto es todo lo que voy a hacer.

El carnero dio un tirón y arrancó la estaca. La puerta de la casa de su dueño estaba abierta y, en la entrada, había un hermoso espejo.

El carnero vio su reflejo en el espejo, agachó la cabeza y atacó. El costoso espejo quedó en añicos y la dueña ordenó matar al animal. Los sirvientes mataron al animal que su esposo amaba desde que era una cría, llegó y airado. Dijo a su mujer: me divorcio de ti.

Los chismosos del vecindario dijeron eso a la familia y los hermanos de ella salieron por el marido, armados con fusiles y espadas.

El marido lo supo y llamó a sus propios parientes a defenderle. Comenzó una disputa que acabó con heridos.

El Diablo dijo: “¿Ves? ¿Qué he hecho yo? Solo moví la estaca. No soy responsable del mal que se hicieron. Los humanos me culpan sin razón.