Cuenta la historia que un rey pensó edificar un gran palacio y encargó a uno de sus hijos que lo construyera.

Le entregó el dinero necesario y partió a un largo viaje. El muchacho, que era perezoso y astuto, pensó:

Haré un palacio más reducido con materiales baratos y me quedaré con el dinero que ahorre.

Así lo hizo y, cuando lo hubo terminado, se presentó ante su padre y le dio la noticia:

Majestad, el palacio que me encargaste ya está terminado. Puedes disponer de él cuando gustes.

El rey fue, vio la construcción, se dio cuenta del engaño y la deshonestidad, y le dijo a su hijo:

Te entrego el palacio que construiste, es para ti. Ahí tienes tu herencia y también mucho en qué pensar.

Esta es una buena historia para hablar de la generosidad y recordar que siempre recogemos lo que sembramos.