Anita, la abuelita de Mateo, prácticamente era la mamá ya que su hija era una trabajadora compulsiva y el papá se había ido.

Le enseñó a no juzgar a sus padres, a comprenderlos y a cambiar el odio por perdón, y las rabias y los juicios por amor.

Era voluntaria en un hogar sustituto para niños huérfanos y allá iba con Mateo a compartir y dar apoyo.

No tenía que decirle casi nada porque a su nieto le bastaba juzgar con esos niños y escucharlos para asimilar algo bello.

Mateo veía que, a pesar de no tener ni padre ni madre, eran felices con una pareja que los reemplazaba con cariño.

Fue creciendo, un día probó las drogas, pero pronto dejó eso, el día que perdonó de corazón a su papá.

Mateo estudió psicología y hoy en día trabaja en ese mismo Hogar con el apoyo de su esposa que es médica.

Tienen dos hijos y los llevan a ese lugar muy conscientes de que el buen ejemplo no es un buen educador, es el único.

Sigue en Instagram @Gonzalogallog