El Dios que existe es amor puro, bondad ilimitada. Cercano y, al mismo tiempo, insondable, e inefable.

Incognoscible e inasible para una mente humana limitada que exige ver y tocar para creer. Dios es el amado y el todo, el no manifestado.

El que le dice a Moisés. Soy el que soy. Definición con la que se presenta y al mismo tiempo se esconde.

Y lo hace para que el ser humano no caiga en la tentación de manipularlo, de creer que desentraña el misterio.

Que lo tiene en sus manos y lo maneja con rezos según sus intereses, a veces nobles, y a ratos mezquinos y ruines.

El Dios que existe ama con desmesura y sin fronteras, nada te reprocha si caes, porque sabe que eso es parte del aprendizaje.

No tiene nada que perdonarte y es un desvarío que lo puedas ofender. Si lo pudieras ofender sería diminuto como nosotros.

Los credos te dicen que lo ofendes para poder existir y abrogarse el poder de perdonar en su nombre.
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