Padre bendito, me amas y te amo, con tu amoroso auxilio soy capaz de aceptar lo que me parece inaceptable. 

Si una prueba llega a mi vida es porque puedo superarla si no me dejo atrapar en las redes del desespero. 

Puedo caer tres veces como Jesús, o más, y levantarme con la frente en alto y el corazón rebosante de entusiasmo. 

En ciertos momentos soy como un osezno extraviado o como una hormiga que da vueltas en círculo.

Hay días muy pesados, Señor. Más aún, a veces dudo de ti y me digo: “Ya no puedo, es demasiado”. 

Sin embargo en mi interior sé que estás ahí y que el desaliento es la peor tentación de la vida. 

Todo está ganado cuando hay fe firme, y todo está perdido cuando alguien se entrega y deja de luchar.

Por eso quiero aceptar lo que sea y avanzar paso a paso, con la certeza de que todo es pasajero.

La tormenta acabará y las lágrimas se convertirán en sonrisas. Gracias Dios por tu amor.
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