El sueño en apariencia utópico de convivir como hermanos puede y debe convertirse en una alegre realidad.
En distintas comunidades a lo largo de la historia hay quienes han cristalizado ese bello ideal.
En el libro de Los hechos de los apóstoles San Lucas nos habla de ese sueño en el capítulo 2, 42-47:
“Todos los que habían creído vivían unidos y compartían todo cuanto tenían según las necesidades de cada uno.
Partían el pan en sus casas y compartían sus comidas con alegría y con gran sencillez de corazón”.
En suma, una comunión fraterna que también han logrado seres de luz en otros credos y culturas.
Cuando Jesús nos enseñó a decir “Padre nuestro” al mismo tiempo no estaba invitando a decir “hermano mío”.
Y la luz brilla sin restricciones cuando ves a quien te hace daño como un hermano inconsciente y lo perdonas.
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