Sólo tiene dos alternativas: o es lesbiana o es prostituta. O lo uno o lo otro, ninguna otra opción. De esa manera estará vetada y los buenos hombres no corren peligro frente a ella. No puede ser deseada, puesto que lesbiana o prostituta, no califica para el puesto de persona o compañera. Estigmatizarla en solo estas dos categorías protege al hombre de la tentación. La explicación cristiana del Paraíso expresa que Eva tentó a Adán. Y desde allí, en las creencias del patriarcado, la mujer es peligrosa. Pero si es prostituta o lesbiana, los buenos hombres están protegidos porque no accederán a ella.Las palabras de monseñor Córdoba todavía resuenan con el impacto que produce constatar una verdad silenciada. María Magdalena no era lesbiana porque cuántos pasaron por sus piernas. Más grotesco, imposible. Pero expresiones así salen del inconsciente, del guardado que cada quien tiene en su interior. La espontaneidad de sus frases es una radiografía precisa de lo que se piensa y se dice, porque allí no hubo filtro para quedar bien sino que la naturalidad sacó lo que realmente se cree. Para cuántos jerarcas de la Iglesia la mujer solo puede ser mirada como una amenaza para su represión sexual por lo mismo entre más la descalifiquen, más protección tienen los sacerdotes. Sólo si es lesbiana o prostituta, el hombre (¿sacerdote?) decente (!)está protegido. Mirarla así, es blindarse contra su propio deseo. ¿Cómo va a ser deseable para un hombre bueno si es prostituta o lesbiana? Nada que hacer.La mujer para la Iglesia, desde la inmensa represión sexual que vivencia, sólo es sinónimo de peligro, sus atributos sólo se dan desde la genitalidad, desde su conducta sexual, no desde su ser integral. No hay que olvidar que lo que se reprime, se magnifica. Por eso hay que blindarse contra ella, descalificarla, repudiarla. Lesbiana o prostituta es un buen escudo. A María Magdalena sólo se la puede mirar o como lesbiana o como prostituta. Aclarando, sin lugar a dudas, que el lesbianismo ni es un defecto, ni mala conducta, enfermedad o discapacidad. Lo que agrede de las expresiones de monseñor Córdoba, es comprobar que la única mirada que él y muchos otros sacerdotes tienen hacia la mujer es la mirada sexual. Por eso la anhelan virgen o santa. Por eso intentan no tocarla, que no despierte pasiones. Sin sexo, sentada en los altares como María, debe ser admirada pero no deseada. Ella no puede producir nada para que los hombres (los sacerdotes), no corran peligro. La mujer, como la serpiente, es amenazante. El hombre cae por culpa de ella. El control del deseo masculino entonces es responsabilidad de la mujer Cuando se finge para agradar o conseguir adeptos, se salen expresiones de este calibre. Pero es obvio que lo que brota espontáneamente es lo que realmente se vivencia. Si las mujeres somos lesbianas o prostitutas, los sacerdotes están protegidos porque significa que como lesbianas o prostitutas, no nos parecemos a sus santas madres y todo queda en orden. Ellos no pueden desear esta clase de mujeres. Pero qué paradoja, lo único que parece pudieran ver en la mujer es precisamente su sexualidad Cada semana, cada día, brotan espontáneamente creencias escondidas de la cultura patriarcal donde la mujer o es invisible, o es descalificada, o es prostituta, o es objeto sexual, o es un peligro. No hay semana donde el imaginario colectivo no meta la pata respecto a su concepto de mujer. Y ni pensar que son hombres o instituciones elementales los que cometen el error de descalificarla. No. Por eso, a muchos de ellos, cuando se les acaban las palabras y quedan expuestos a sus emociones primarias no les queda sino la violencia como una manera infantil e ingenua de exorcizar su propio deseo. Las historias diarias son apabullantes. Y pensar que todavía se cree que esta mirada de mujer, para ayudar a caer en cuenta está de más, es cantaleta, es llover sobre mojado.