Como estamos inmersos en la dualidad no alcanzamos a captar que el dos de lo cotidiano es una trampa. El dos de los contrarios alto-bajo, adentro-afuera, bonito-feo, amor-odio, ese dos es un distractor mentiroso porque encierra la paradoja. En palabras claras, cuando un sentimiento como la envidia carcome, es porque detrás está escondida una gran admiración. ¿Quién lo creyera?, envidiamos lo que más admiramos. Odiamos lo que más queremos, detestamos lo que más nos importa. Por eso si queremos conocer la personalidad de alguno, obsérvale sus rabias: ¡He allí su secreto!El refrán popular dice “dime de qué te precias para saber de qué careces”. Como en ninguna otra circunstancia la dualidad hace presencia… en busca de unidad. La dualidad, siempre el dos, fue una construcción de los griegos para tratar de entender el mundo. Colocaron fronteras, dividieron la unidad, marcaron límites y barreras y lo que antes era uno se convirtió en dos. No afuera, no, la realidad no se dividió: sólo la mente ‘dividió’ lo que creía ver. Haga el ensayo, es muy fácil. Encima de una hoja en blanco con un lápiz, trácele una línea curva: acaban de aparecer los conceptos de cóncavo y convexo. Ambas ideas, cóncavo y convexo, eran una sola. La línea sobre el espacio físico de la totalidad las convirtió en dos. La totalidad debía convertirse en dualidad para reconocer la diferencia y valorar cada uno de sus componentes, que en definitiva no existen porque son uno. Es la mente la que ‘fabrica’ la dualidad, pero luego, de acuerdo con el proceso de conciencia, hay que desaparecerla (mentalmente, claro) para volver a ser uno, totalidad.¿Por qué necesitamos ‘esos caminos’? ¿Por qué vamos y volvemos? ¿Por qué vivimos en la paradoja? Porque necesitamos aprender. A eso venimos a la vida, a aprender, a evolucionar, a despertar conciencia. Así existan las inundaciones, las crisis económicas, los divorcios, el desempleo, la bonanza, las Farc, Uribe y Santos, a pesar de todo aquello que debemos vivir en el mundo de la tercera dimensión, no podemos olvidar que esos elementos son instrumentos materiales que nos ayudan a crecer en las dimensiones más profundas. Así como aprendemos primero a sumar y luego multiplicamos y entonces abolimos la suma, igual sucede con la dualidad (los contrarios). Es hora de superar la dualidad para encontrarnos con la totalidad. La dualidad o los contrarios son herramientas necesarias para construir sentido, pero no para quedarse ‘pegados’ a estas creencias. ¡Qué paradoja! No se podría conocer la dimensión de la alegría sino se vive la tristeza. No se sabría qué es la vida sino se supiera de la muerte. Anhelo el éxito porque temo al fracaso. Rechazo la mediocridad porque creo que íntimamente la poseo y debo esconderla detrás del triunfalismo. Pero llegó el momento de la cooperación, de la solidaridad, del vínculo. Competimos dizque para marcar diferencias (¿quiénes son los mejores?) y esconder el miedo. Las máscaras de la dualidad. Pero lo único que nos sacará del atolladero personal y mundial serán los vínculos, la solidaridad, la ‘mano tendida’. En muchos lugares ya lo están practicando. De las desgracias o momentos de dificultad no salimos con posiciones individualistas. Sólo la unidad, cuando ya atravesamos la dualidad, nos coloca en niveles de conciencia más elevados. Si no le es fácil asimilar estos conceptos, intente volver a leerlo o conéctese con alguien donde pueda construir vínculos de enseñanza y de aprendizaje. ¡Se sorprenderá de la respuesta!