El día que murió Gabriel García Márquez, ese maestro de la literatura universal, apareció un pájaro muerto dentro de la casa en la que habitaba en México. Las paredes eran de vidrio y se presume que el ave se desorientó y cayó muerta sobre el sofá, justamente en el lado donde el gran maestro solía sentarse.

El Premio Nobel llevaba varios días muy enfermo y la aparición del pequeño animal desató gran consternación. Los empleados de la casa se dividieron en dos bandos: los que pensaban que se trataba de un mal augurio y querían arrojar su despojo a la basura y los que creían que, por el contrario, era un buen presagio y pretendían enterrar el pájaro entre flores.

La increíble anécdota relatada por Rodrigo García parece sacada de ‘Cien años de Soledad’, pues precisamente Úrsula Iguarán, uno de los personajes icónicos de la grandiosa obra, murió un Jueves Santo y cuando ocurrió su fallecimiento, “ese mediodía hubo tanto calor que los pájaros desorientados se estrellaban como perdigones contra las paredes y rompían las mallas metálicas de las ventanas para morirse en los dormitorios”.

‘Gabo y Mercedes: Una despedida’, el libro escrito por Rodrigo García, el mayor de los dos hijos del matrimonio, relata los últimos días del maestro, con una discreta sensibilidad y una enorme honestidad que al lector le permite revivir esos angustiosos momentos como si estuviera presente dentro de esa casa situada en México y que fue el hogar de nuestro gran hombre de las letras.

En este libro, Rodrigo nos muestra el declive de un escritor que percibíamos inmortal (aunque lo siga siendo a través de su obra), pero al final el libro es sobre el drama de cualquier familia ante el arribo de la parca, la tristeza por el tiempo perdido, la amargura de la ausencia, el dolor del abrazo que no llegó o de la dulce palabra que no alcanzamos a decir...

Uno de los instantes más emotivos es cuando Rodrigo recuerda que no pudo llevar a cabo un guion cinematográfico con su padre, porque este ya venía perdiendo la memoria y le costaba mucho concentrarse. “…Cuando nos sentamos a elaborarlo, su menguante memoria dio lugar a conversaciones frustrantes. Me resultaban dolorosas, y con frecuencia yo las aplazaba o interrumpía, con la esperanza de que se le olvidara el proyecto. Pasó un tiempo antes de que lo hiciera definitivamente, y es posible que algunas veces pensara que a mí simplemente no me interesaba. Hasta el día de hoy, ese episodio me entristece”.

‘Una Despedida’ es más que un libro, es la catarsis de una pérdida, el adiós de los dos padres, el final de una familia, porque cuando sobreviene la muerte del segundo progenitor “es como mirar a través de un telescopio una noche y ya no encontrar un planeta que siempre estuvo allí”. Rodrigo fue un testigo de excepción y solo él podría haber escrito algo tan emotivo, tan preciso y tan precioso, pero con la justa distancia para ser universal.
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