Alejandro Eder, alcalde de Cali, emprendió, junto con el de Medellín, Federico Gutiérrez, un viaje a Washington, que resultó muy polémico. El presidente Petro los acusó de estar usurpando funciones en materia de política internacional que son privativas del gobierno nacional. Y uno de sus ministros anunció que los demandaría legalmente.

No soy un experto en derecho constitucional y, por lo tanto, no puedo decidir quién tiene la razón en este caso. Lo que sí puedo hacer, legitimado por mi larga trayectoria como analista y comentarista de los acontecimientos de mi querida Cali, es ocuparme los objetivos declarados del viaje y sobre todo de las explicaciones que nuestro alcalde ha dado del mismo. Me voy a referir, en concreto, a la entrevista que le hizo la cadena CNN.

En ella afirmo que su viaje y el de Fico obedecía al propósito de “intentar arreglar un poco el desastre en las relaciones con un aliado estratégico”. Obviamente, se refería a los generados en las relaciones diplomáticas entre los dos países, por las polémicas declaraciones de Petro, a raíz de las humillantes deportaciones de emigrantes colombianos en EE. UU. y de la eventual implicación de autoridades estadounidenses en el plan golpista fraguado por el ex canciller Álvaro Leyva. Propósito loable: el país no puede permitirse el lujo de una ruptura abierta con la potencia del norte. Pero una cosa es admitir esta realidad y otra considerar, como lo hace Eder, que la relación con ella es absolutamente prioritaria, con independencia de lo bien o de lo mal que nos trate como país.

El trato a los deportados es un caso y la eventual implicación de autoridades suyas en un plan golpista es otro. Protestar era indispensable en los dos casos en defensa de la dignidad nacional. El fiasco de la guerra de Ucrania, el fortalecimiento de los BRICS y de la Organización de Cooperación de Shanghái son pruebas mayúsculas de que Estados Unidos ha perdido la omnipotencia de la que disfrutó durante décadas.

Es aún una gran potencia, pero cada día más es una gran potencia, entre otras grandes: China, Rusia, India. Cuando se niega esta realidad, como hace Trump, no se cosechan más que desastres.

Aconsejo a nuestro alcalde que le baje el volumen a su fidelidad sin fisuras a Washington y tome en cuenta seriamente la necesidad de diversificar nuestras relaciones internacionales, políticas, económicas e incluso policiales. Por el bien de Cali.