La nueva estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, publicada el 4 de diciembre, marca un giro claro: América Latina vuelve al centro de la política exterior de Washington. Tras más de una década en la que el ‘Pivot to Asia’ desplazó a la región, Estados Unidos busca ahora restaurar su primacía frente a un actor que ha transformado el tablero hemisférico: China.
En veinte años, el comercio entre China y América Latina pasó de US$ 18.000 millones a US$ 450.000 millones . Entre 2012 y 2023, Pekín desembolsó más de US$120.000 millones en la región, sobre todo en energía e infraestructura, superando en varios momentos al Banco Mundial y al BID. Para 2023, China ya era el principal destino de exportaciones de Brasil, Chile y Perú, y uno de los primeros para México y Colombia. Ese ascenso no fue casual: ocurrió mientras Washington se replegaba hacia Asia.
Pero la influencia china no es solo económica. En Autocracy, Inc., Anne Applebaum sostiene que Pekín se ha convertido en un pilar de los gobiernos autocráticos en la región. Según Applebaum, China no vende ideología, sino herramientas. Primero, tecnología de vigilancia —reconocimiento facial, monitoreo masivo, software policial— que gobiernos con inclinaciones autocráticas usan para observar opositores y controlar protestas. Segundo, financiamiento sin condiciones democráticas, que les permite gobernar sin transparencia ni rendición de cuentas. Y tercero, protección diplomática en foros internacionales, que reduce los costos de gobiernos que buscan concentrar poder.
Este diagnóstico es clave para entender el nuevo documento estratégico de Washington. La administración Trump afirma que su objetivo es asegurar un hemisferio estable, bien gobernado y libre de ‘incursiones extranjeras hostiles’ en sectores estratégicos. Aunado a esto, su administración también busca evitar que China controle infraestructura crítica, sistemas energéticos o nodos logísticos esenciales para la seguridad de Estados Unidos en América Latina.
Por eso, el documento propone lo que llama un ‘Corolario Trump’ a la Doctrina Monroe: orientada al Siglo XXI. Ya no se trata solo de impedir intervenciones externas, sino de defender cadenas de suministro, infraestructura tecnológica y la arquitectura económica del hemisferio.
Queda por ver si esta estrategia se traducirá en acciones sostenidas. Pero lo que sí ha cambiado es la percepción en Washington: América Latina vuelve a ser un espacio estratégico. Y lo es, en buena medida, porque China demostró que la región importa en la competencia global del Siglo XXI.