La estructura familiar ha cambiado en forma tan drástica que casi habría que matricularse en un curso para asimilar hoy cómo es una familia, cuáles son los roles de sus miembros y si se está preparado para hacer los ajustes necesarios a esta nueva realidad. Porque lo que sí es claro es que el viejo modelo padre (machista, proveedor, controlador), madre (ama de casa, dependiente, cuidadora de hijos), 4 o más o menos hijos (rol dependiendo de su lugar y sexo en el árbol genealógico) murió. Y es tan real su final que la palabra hermano corre el riesgo de desaparecer del léxico. ¿A quién se le dirá hermano cuando, cada vez más, las parejas tienen un solo hijo o no los tienen? ¿Hermano de quién?
A su vez, el empoderamiento de la mujer, habla de igual a igual con su pareja gracias a la revolución femenina, debido (entre otras) a la píldora anticonceptiva, aceleró ese cambio. Una mujer no necesita quedarse con su compañero por motivos económicos. Tampoco debe aguantarse malos tratos o infidelidades porque carezca de opciones. La fuerza de esa nueva mujer la creció, pero ‘ablandó’ al hombre que no sabe cómo controlar esa independencia. Esta mujer se atreve a separarse, saca adelante a sus hijos y mientras el ex brinca de aventura en aventura, ella sobrevive. La hija copia esa fuerza de la madre (no quiere repetir la historia) pero el hijo se debilita: perdió el modelo (equivocado o no) de masculino y no le queda más que ‘agarrarse’ de esa madre poderosa: la idealiza, la santifica y depende de ella. Entonces, nunca crece así intenté formar un hogar.
Hoy encontramos más hombres ‘pegados’ a su madre, ensalzándola aún por encima de su pareja, menos arriesgados para enfrentar dificultades, como si carecieran de fuerza. Solo les queda la rabia y la agresión del viejo paradigma. Y cuando creen encontrar compañera (avalada por su mamacita) anhelan continuar el modelo de ‘sobreprotección’, pero resulta que a la compañera, inicialmente le atrae, pero luego lo repele, ¡el nuevo matrimonio arranca con ‘hijo grande’! Se suman luego los hijos de la pareja, pero como me dijo una paciente, “el más difícil de educar es el hijo de mi suegra”. Porque claro, ese hijo no se educa, nunca crece, no le interesa la autonomía…
¿Usted hombre, ha captado qué tan hijo de su mamá continúa siendo? ¿En una dificultad a quién consulta primero a su mamá o a su compañera? ¿No tiene claro entre estas ‘dos’ novias, de qué lado está, con cuál se queda? ¿Y usted, mujer, está acaso conviviendo con el hijo de su suegra? ¿Está empecinada en educarlo? ¿Le da instrucciones igual que a sus otros niños? Corre el riesgo de que le pase lo que le sucedió a Shakira, a la que sí le creció ‘el hijo de la suegra’ y como ya no quiso seguir obedeciendo, después de despertar, optó por un camino de independencia. Nadie se acuesta con su mamá y eran necesarios otros aires…
Claro, pero también la suegra tiene que ver en el asunto. Esa mujer empoderada, que no necesitó macho para sobrevivir, que pudo salir adelante con berraquera, puede tener un vacío afectivo y ‘sueña’ con que el hijo hombre se lo llene. No lo deja ir (así físicamente lo haga). No lo deja crecer, para su propia conveniencia. La ‘otra’ es una rival y cada que puede la descalifica y desmerita. Los roles familiares totalmente alterados, lo que causa un verdadero caos social. Y luego se sorprenden por los temas de identidad de género…