Petro puso el dedo en la llaga. Les pidió a los soldados norteamericanos desobedecer a Trump y cuando eso mismo se le solicitó a los militares colombianos respecto a él, que no atendieran sus órdenes en caso de violar la Constitución, amenazó con denunciar por sedición a los candidatos que inciten a la Fuerza Pública a insubordinarse. Eso si no le gustó. Por una razón, la última tabla de salvación del país son sus Fuerzas Militares.
La izquierda guerrillera, enmontada o de civil, lleva décadas preparándose para asaltar el poder por las armas o valiéndose de las vulnerabilidades de la democracia. Procesos de paz para habilitar políticamente a criminales, judicialización y asesinato de líderes de la oposición, debilitamiento y cooptación de las instituciones, estallidos y caos social, amedrentamiento del sector privado, toma de las redes y silenciamiento de los medios.
Se tomó el poder violando la ley con apoyo del narcotráfico y de Venezuela -a la que busca pagarle comprándole gas o Monómeros-, insiste en constituyentes hechizas y atajos para atornillarse al poder o facilitar su regreso, busca reconquistar la calle a cualquier precio, reventó el sistema de salud para sacar réditos del dolor ante la muerte, tiene al expresidente Uribe contra las cuerdas y ahí yace Miguel Uribe en el Cementerio Central.
Estuvo a punto de controlar la inteligencia del Estado al tratar de unir la de las distintas Fuerzas, logró instrumentalizar a la Unidad de Información y Análisis Financiero, la Dian y la Unidad Nacional de Protección para asediar a contrarios, puso a radicales de confianza en cargos claves del Ministerio de Defensa, ordenó una purga jamás vista en la Policía Nacional y ha ascendido a oficiales de menor rango para asegurar su gratitud y lealtad.
Por el lado militar ha logrado convertir a la causa izquierdista a algunos de la oficialidad, puso de Ministro a un amable general de la Fuerza Aérea al que el Ejército no respeta, ha buscado granjearse la simpatía de la tropa y sus familias con incrementos de sueldo en el marco de un discurso de lucha de clases y ha atendido peticiones presupuestales de algunas de las Fuerzas con jugosos contratos para echárselos literalmente al bolsillo.
No ha logrado, sin embargo, cooptar a las Fuerzas Militares. Los anticuerpos internos lo han impedido. Sabe que, en especial al interior del Ejército, hay oficiales insobornables que no están dispuestos a permitir una violación flagrante de la Constitución por más Comandante en Jefe que sea. Petro tiene claro que un paso en falso le puede costar el puesto. Por eso pisa las líneas rojas, las pasa por momentos y retrocede. Es su talón de Aquiles.
Lo es, no porque los militares estén tramando o interesados en darle un golpe de Estado. La Constitución es clara al señalar que entre las finalidades de las Fuerzas Militares está “la defensa del orden constitucional”. El Presidente es su jefe, pero por encima suyo, está la Constitución Política. Si Petro y su séquito corrupto insisten en transgredir la Constitución, pues las Fuerzas Militares tienen la obligación de impedírselo. No es potestativo, es su deber.
Por eso se salió de la ropa cuando se le dijo que los soldados no están obligados a seguir órdenes contrarias a la ley, cuando se le hizo un llamado a los militares para que lo desobedezcan si intenta aferrarse ilegalmente al poder. Petro ha incurrido en múltiples violaciones a la ley encontrando hasta ahora freno a muchos de sus desmanes en las instituciones. Pero, puede darse el caso en que el único en capacidad de pararlo sean las Fuerzas Militares. Por eso quiere cooptarlas. Si lo logra es el fin de Colombia.