Un mes completo, 25 mujeres de 10 países: Kenia, Egipto, Kurdistán, Italia, Alemania, Argentina, Venezuela, Jamaica, USA y Colombia. Un ramillete de estudiantes desde los 30 hasta los 80 años se congregaron en la eco aldea Nashira, de parámetros matriarcales, en el Bolo, Palmira, para recibir un intenso curso de cómo crear comunidades parecidas basadas en la economía del dar, donde los recursos fluyen donde se necesitan. Las viviendas gratis a nombre de las mujeres para que ellas empoderadas sean las que decidan quién entra a su casa y a su cuerpo. Familias comandadas por mujeres y un respeto a la madre, tierra que recibe la lluvia, el sol, el aire y da vida. Muchos frutales, pues las semillas o pepas de las frutas que se consumen germinan en esta tierra bendecida y luego producen aguacates, papayas, mangos, lulos, chirimoyas.

En las casas hay huertas caseras y el vivero agrovoltaico produce hortalizas y plantas medicinales. Los arbustos de moringa son fuentes de ingresos para algunas familias, como son los platanales sembrados en las áreas comunes. El reciclaje y la recolección de residuos sólidos en 30 kilómetros a la redonda en un vehículo eléctrico es otra fuente de ingresos, así como la producción de cerámica, vasos de vidrio de botellas recicladas y la elaboración a destajo de collares y productos artesanales. Hay 38 proyectos productivos en Nashira, logrando que las familias de estrato cero pasaran en 20 años a estrato 3. Que en una comunidad de 88 mujeres con escasa alfabetización, hoy sus hijos e hijas son abogadas, ingenieros técnicos en energía solar, educadores y cumplen sus sueños de hacer una carrera universitaria.

El microclima de la ecoaldea Nashira es diferente. La arborización en los días de intenso calor ofrece un entorno fresco y saludable. El comedor comunitario, donde 40 personas de escasos recursos del vecindario reciben alimento diario, funciona con energía solar, como resultado de 9 meses de capacitación. Catorce mujeres se graduaron y ahora están en el proceso de escalar la experiencia, convirtiendo a Nashira en la primera escuela de energía solar para comunidades y además aplicar para convertirse en comunidad energética.

En los intensos cursos nos enseñaron a construir con barro y la historia de las diosas para conocer a Kansateura de la cultura Malagana, la diosa de la vida, que en las figuras antropomorfas se ve embarazada, pariendo y amamantando a su bebé. Cultura que floreció hace más de 2000 años en el Bolo. Los Chibchas eran matriarcales y adoraban a Bachué, una hermosa mujer que en su brazo derecho tenía un niño de cinco años. Caminaron sobre el agua de la laguna de Iguaqué hasta la orilla, venían a poblar la tierra. Cuando el niño creció y fue un hombre, siguiendo la herencia matrilineal, contrajeron matrimonio y tuvieron muchos hijos, pues en cada parto cuatro, cinco, seis hijos y hasta más.

Nashira no es la locura de un grupo de mujeres, es el destino ya escrito de nuestro país.