Hasta hace bien poco no era más que otro de los nombres propios de nuestra geografía condenado al desprecio y al olvido y hoy es el nombre de nuestra más reciente y clamorosa catástrofe ambiental. Humana y ambiental para más Inri: que ya son 293 los muertos y 203 los heridos causados por la devastadora inundación que, como todas las que le precedieron, estaba anunciada.

Como está anunciado por la CVC, en el informe divulgado en las páginas de este mismo diario, que en nuestro Valle podrá repetirse lo que se produjo en Mocoa y antes con el río Fraile en Florida, en 1994, con el río Desbaratado en 1999 y con el Bendiciones en 2006.

Anuncios inútiles porque a todos esos muertos les dimos el mismo tratamiento infame que les estamos dando a los muertos de Mocoa declarando o, lo que es peor, asumiendo en un silencio cómplice, que lo que ocurrió fue un desastre natural del que nadie es responsable. Y menos esas autoridades nuestras que con tanta frecuencia se desentienden de la obligación de defender la vida, la honra y los bienes de los ciudadanos.

Dirán, como siempre, que no tienen medios y recursos para atender como es debido el cúmulo impresionante de déficits y carencias que nos atenazan. Y hasta tendrán razón, porque el problema de fondo no radica en la administración pública, por mucho que esté gangrenada por la ineficacia y la corrupción, sino en nuestra clase dirigente que cada que puede demuestra su incapacidad de ser dirigente delegando en la empresa privada el gobierno de la sociedad. O empeñándose en gobernarla como se gobierna a la empresa privada. Gobernar no es solo reprimir a insurrectos y a delincuentes, ni lograr el equilibrio presupuestal al costo que sea.

Gobernar es movilizar a la sociedad tras objetivos cuyo logro es indispensable para que la sociedad alcance el mínimo estado de bienestar y satisfacción que se merecen sus miembros. Y que en el doloroso caso que nos ocupa significa movilizarla en pos de una respuesta adecuada al catastrófico cambio climático que se nos ha echado encima.

La tragedia de Mocoa no se debe solo a la deforestación y la urbanización salvajes y ni siquiera a la Niña sino al hecho de que en marzo las lluvias fueron un 84% (!) más intensas de lo esperado. Tantas lluvias agravaron lo que ya de por si era grave, trayendo consigo las muertes y destrucciones que ahora lamentamos sin que parezca que queramos hacer algo distinto a lamentarnos.