No creo que sea necesario abundar en argumentos para afirmar que Cali es hoy una ciudad en crisis, una ciudad estancada, que no ve más futuro que el de seguir capeando a trancas y barrancas erupciones sociales tan virulentas como la que mantuvo en vilo el mayo pasado, cerrada en falso con la militarización y la interdicción de su alcalde. Y que nadie puede decir que no se volverá a repetir dada la explosiva gravedad de los conflictos de toda índole que tensionan su vida social y política. Por lo que nadie puede tampoco negar que es indispensable la convocatoria y puesta en marcha de un proyecto colectivo capaz de devolverle el entusiasmo, la confianza en sí misma y el dinamismo que la caracterizó durante buena parte del siglo pasado y de los que apenas quedan vestigios.

La ciudad de la salida al mar, de los Juegos Panamericanos, del civismo y de la capitalidad mundial de la Salsa hoy no son más que eslóganes caducos, laureles marchitos que difícilmente pueden reverdecer y que hoy no son más que los nombres de las etapas de una historia a la que Cali no quiere ni puede renunciar pero que ya no son más que eso: historia.

Hay quienes depositan todas sus esperanzas de un recomienzo en el resultado de las próximas elecciones presidenciales, a las que atribuyen virtudes casi mágicas de cambio y renovación. No les critico: al fin y al cabo sólo se pierde todo cuando se ha perdido hasta la esperanza.

Pero albergo serias dudas de que dichos resultados obren ese milagro si antes los caleños no nos ponemos de acuerdo en exigir públicamente a los candidatos que incluyan en su programa de gobierno la construcción prioritaria de dos vías de comunicación indispensables para que Cali recupere la condición de encrucijada de caminos estratégicos: el ferrocarril Barranquilla-Buenaventura y la carretera Cali- Florencia.

La conexión del Caribe con el Pacífico y de la Amazonía con el Pacífico le permitirá a la ciudad tomar conciencia de la extraordinaria importancia de su situación geográfica, recuperar la confianza en sí misma y dotarse de una plataforma capaz de contribuir significativamente al despegue de un ciclo económico caracterizado por la diversificación y la tecnificación.

Y tendrá efectos positivos en su vida cultural. No hay que olvidar que ‘música del otro lado’, la música que fue entre nosotros antecedente de la salsa, nos llegó desde Nueva York vía Buenaventura.