Pero la intensidad, intimidad y cotidianidad del vínculo del niño con su madre se presta para que se desarrollen unas fuertes ataduras que pueden ocultar por años la verdadera naturaleza de esa relación.
Mi papel de perito psiquiatra frente al maltrato psicológico en niños pequeños me ha permitido constatar que:

*El maltrato psicológico a manos de la progenitora es mucho más común de lo imaginado.

*Es la forma más frecuente y devastadora de maltrato, mucho más que la física, porque se ejerce de manera disimulada y ocurre de puertas para adentro cuando no hay testigos, razón por la cual no se detecta.

*Al ser difícil de comprobar, se vuelve perdurable. Incluso puede extenderse a toda la vida infantil sin que nadie intervenga.

*La víctima no tiene a quien acudir para pedir ayuda.

*Muchas autoridades de familia prefieren no considerar este tipo de maltrato por carecer de evidencias objetivas. En consecuencia concluyen que si no hay daño visible, hematomas, fracturas o quemaduras, simplemente no hay maltrato.

*La sociedad y las autoridades de familia tienden a exonerar a la madre porque asumen (a-priori) que ella es la protectora natural de los derechos fundamentales de sus hijos pequeños.

A continuación unas pocas características de los padres, y en especial de las madres que maltratan a sus hijos: los tipifica su pasión por una fachada socialmente impecable.

Son egoístas, hipócritas y expertos en inducir sentimientos de culpa en sus víctimas. Carecen de espíritu de sacrificio y amor por sus hijos. Algo evidente desde muy temprano en la vida del niño.

Son fríos e intolerantes ante las necesidades de sus hijos. Excepto cuando hacen gala de una zalamería impostada, no se les conoce un genuino deseo de arropar, abrazar o amar a sus hijos. Por lo contrario, sus acciones siempre se traducen en críticas ácidas contra sus hijos y continuamente se quejan de “lo mucho que sufren” en el ejercicio de las labores parentales.

Exigen perfección a sus hijos con el único objetivo de sentirse bien. Les ponen tareas muy difíciles de realizar: “Tienes que ser el mejor en todo” “tienes que hacerme feliz”, “no me puedes inquietar”, “es tu responsabilidad que yo esté tranquila/o”. Como los niños no los gratifican porque no pueden cumplir las metas inalcanzables que les han sido impuestas, son criticados duramente y continuamente les están encontrando toda clase de defectos.

Al no sentirse complacidos los rechazan, humillan, amenazan y chantajean; les prometen y no les cumplen; los ridiculizan; manifiestan descaradas preferencias por otros hermanos; los critican, los acusan de mentirosos, los provocan y cuando los niños responden, eso les
lleva a confirmar que son agresivos.

Los padres descritos, y en especial las madres con estas características, son una condensación de varios casos. Se trata de personas que podrían estar sufriendo simultáneamente de varios trastornos de personalidad tradicionalmente difíciles de diagnosticar (antisocial, narcisista o fronterizo). Razón por la cual hay que documentarse de manera amplia y pormenorizada para poder ayudar a sus víctimas.