Por: monseñor Darío de Jesús Monsalve Mejía, arzobispo de Cali

Han pasado 40 días desde la Navidad. La prescripción legal conduce hasta el templo de Jerusalén a los padres y su primogénito. Presentan a Dios al niño Jesús, con la ofrenda de un par de tórtolas y la purificación de María. Es el encuentro entre “los pobres del Señor”: los jóvenes esposos de Nazaret y dos ancianos que sirven en el Templo.

El viejo Simeón pronuncia su oración de esperanza cumplida y de Evangelio gozoso sobre la misión universal del pequeñito. Ana, por su parte, profetiza la Pasión de Jesús y de María, en el marco de esta misión.

Palabra, Ofertorio y Sacrificio, como en una misa anticipada, hacen del rito una explosión de “luz para alumbrar a las naciones”, de “fuego de fundidor”, de “liberación del miedo a la muerte”, como iluminan Malaquías y Hebreos en las otras lecturas.

La liturgia católica une en las candelas encendidas, bendecidas y llevadas en procesión, el don de la Salvación en Cristo Jesús y en María; don de “carne y sangre”, solidario y liberador, desde la profundidad de la Cruz, para toda vida humana, como señala la segunda lectura.

Esta solidaridad es hoy, domingo 2-02-2020, un ‘candelazo’ por la defensa de la vida, como lo estamos convocando de 7 a 8 p.m., desde toda vecindad, hacia un espacio público cercano.

Porque Colombia no puede pasar anestesiada, peor aún, narcotizada, ante el bárbaro exterminio de liderazgos sociales y de personas que dejaron las armas, mecanismo neonazi de control del poder hegemónico. ¡Es hora de reventar las cadenas de la muerte! ¡No más esclavos suyos!