Pedro sin nombre empezó a sentirse mal en diciembre del 2019. Estaba muy cansado con un fuerte dolor en el bazo que parecía inflamado. En sus 57 años siempre había gozado de buena salud, hacía ejercicio, y se alimentaba bien. No conocía el caminar por las EPS pues los pequeños males que había tenido se los curaba un amigo de medicina alternativa.
En enero hizo crisis y tuvo que ir por urgencias, pero en la clínica que le correspondía no había cupo y lo enviaron a otra donde le hicieron un tratamiento paliativo ya que también alegaban que el convenio con la EPS vallecaucana, en dificultades económicas, estaba vencido. Pidió una cita como le recomendaron, suponiendo que era algo más serio. Lo atendió el médico general que le envió unos exámenes de rutina en los que aparentemente no se veía nada. Pero Pedro seguía mal, no pudo volver a trabajar y la EPS rehusó darle la incapacidad. Tenía mucho dolor y empezó a perder peso y ante la negativa de la EPS de enviarlo a un especialista consultó a un médico privado que le dijo que necesitaba una biopsia de la médula.

Con este diagnóstico volvió a la EPS a hacer el camino de rigor, pero el oncólogo no tenía citas. En agosto tuvo que ser hospitalizado nuevamente, le hicieron muchos exámenes, biopsia de los ganglios y otros más, pero la biopsia de la médula, el examen que necesitaba para descartar un linfoma no se la ordenaron, decían que era demasiado costosa. Mientras tanto Pedro se deterioraba, había perdido 25 kilos, y se sentía muy cansado. En febrero del 2021, un año después de los primeros síntomas otra vez tuvo que ir por urgencias, nuevamente la clínica se negó a atenderlo por la misma razón, la EPS está quebrada.

Llegó a la Clínica de los Remedios en desespero y cuando llevaba varias horas pensando que lo mandarían a morirse a su casa, timbró el teléfono era su antiguo jefe y le dijo que había una religiosa que el conocía y que iba a llamarla para que lo atendieran. En menos de una hora se apareció un enfermero preguntando por él, le habían conseguido una cama, el milagro se había hecho. En los días siguientes le hicieron la biopsia de la médula efectivamente tenía un linfoma, lo que le había diagnosticado el médico particular hacía un año. Muy eficientemente le empezaron la quimioterapia, pero ya le había afectado el riñón y hubo que hacerle diálisis.

Pedro no sobrevivió y murió en mayo del 2021. Los linfomas en personas jóvenes tienen buen pronóstico y generalmente se curan. Si lo hubieran atendido en febrero del 2020 seguramente Pedro no hubiera muerto.
¿Es este el sistema de salud que nos merecemos? ¿Una EPS quebrada, que prefiere gastar sus recursos en defenderse de las tutelas y no en salvar de la muerte a sus pacientes? ¿Será que los colombianos que se volcaron a las calles pidiendo un sistema de salud más justo tenían razón? pero para Pedro ya será muy tarde.
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