El pasado 21 de noviembre pude vivir una situación que no se presentaba desde el paro cívico del 77; un toque de queda. Una situación supremamente rara que está condicionada para ser utilizada exclusivamente en situaciones de extrema gravedad, como última instancia para defender y proteger la vida y bienes de los ciudadanos.

La Colombia de 1977 es totalmente diferente a la actual. En estos 42 años no sólo la sociedad y sus problemas son diferentes, sino la evolución tecnológica y de comunicaciones ha hecho que todos podamos estar comunicados en tiempo real con voz, fotos y videos. Lo anterior infortunadamente, sin filtro.

Durante las 11 horas del toque de queda en Cali, viví con mi familia momentos de zozobra debido a que por distintas redes sociales, amigos y familiares compartían todo tipo de información, alguna cierta otra falsa. Más allá de lo que realmente ocurrió ese día y de los desmanes de algunos desadaptados, quisiera analizar la nueva responsabilidad que hoy todos como ciudadanos tenemos en el manejo de la información y cómo conducimos nuestras actuaciones para no convertirnos en marionetas al uso de los intereses de otros.

En el pasado la información que todos consumíamos estaba editada en cada uno de los medios, con lo cual se garantizaba la fidelidad o como mínimo se conocía el sesgo de la misma. Hoy ese trabajo debe realizarlo cada uno de nosotros, debemos tener reglas claras cada que transmitimos información. Los mismos principios que en el pasado usaron los editores y periodistas para no caer en inexactitudes o generar pánicos. De haberse cumplido esta premisa seguramente muchos de los que el jueves pasado sacaron armas, palos y demás utensilios para defender sus hogares no lo hubieran tenido que hacer.

Para mí, nunca fue claro el origen y motivo del paro, era tal la variedad razones que justificaban la marcha, muchas de ellas válidas y aceptada por muchos, incluso para los que no marchamos, que se perdió el foco. No se tenía claridad quién era el responsable, qué ley había que hundir, cambiar o a quién culpar. Era una idea gaseosa con la cual la mayoría podía estar de acuerdo, pero no existía una claridad sobre dónde recaían las actuaciones o los responsables que pudieran satisfacer las demandas de los manifestantes.

Simultáneamente durante el 21N en Cali, un grupo de personas buscó generar el caos total y la anarquía, valiéndose de una serie de bloqueos de la movilidad de manera estratégica, así como unos actos vandálicos contra bienes públicos y privados. En la noche teníamos una ciudadanía que la invadía el pánico. ¿Era éste el objetivo de miles de persones que salieron a marchar pacíficamente?

Muy seguramente no, pero sí era el interés de quienes quieren desestabilizar el país con medidas populistas y anárquicas. Se tiene evidencia que existió una red de videos y noticias falsas que buscaban generar la desconfianza de los ciudadanos entre sí. Entre hechos reales y falsos lograron desestabilizarnos y hacer mucho más difícil el control por parte de las autoridades.

Esta coordinación, simultaneidad y efecto domino hubiera sido imposible de replicar en el 77 pero hoy está siendo usada de manera estratégica por personas que conocen cómo reaccionamos con las nuevas tecnologías de comunicación, convirtiéndonos en bobos útiles.