Arranquemos este 2023 teniendo presente que Cali es una ciudad de primera. Es posible que por los problemas coyunturales que enfrentamos lo olvidemos y se nos caiga el ánimo. Sin embargo, saquemos fuerza de quiénes somos y de dónde venimos para retomar el rumbo de donde vamos.

Cali fue fundada en 1536 por Sebastián de Belalcázar. En 1559 recibió por cédula real el título de Muy Noble y Muy Leal Ciudad, siendo así una ciudad con relativa importancia, aunque seguía a la sombra de Popayán e incluso de otras ciudades como Buga. Pasaron casi cuatro siglos, hasta finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX, para que Cali empezara a emerger con fuerza.

La industrialización de la caña de azúcar significó un punto de inflexión con la primera fábrica a vapor moderna inaugurada en 1901 por don Santiago Eder, mi tatarabuelo. Con esto inicia un proceso de desarrollo agroindustrial que daría vía al desarrollo económico y social de Cali y de la región. Y gracias al desarrollo del sector azucarero moderno arranca el desarrollo de otros sectores importantes para la economía en las décadas subsiguientes como la producción de papel, alimentos procesados y medicamentos, entre otros.

Ese crecimiento acelerado de la agroindustria y de sus cadenas de valor precipitan también la llegada del Ferrocarril en su recorrido al mar, que en 1915 termina por consolidar a Cali como polo de desarrollo nacional. A eso se suma que empieza a gestarse un fenómeno migratorio de personas de todo el país que vinieron a Cali a buscar oportunidades en medio de ese auge.

Más de 100 años después, Cali es una urbe de dos millones y medio de habitantes. Hoy tenemos más habitantes que una ciudad como Barcelona y luego de Lima y Santiago, tenemos más habitantes que cualquier ciudad de la cuenca del Pacífico latinoamericano. Somos una ciudad grande, con un mercado dinámico, que a pesar de sus problemas tiene muchas oportunidades por delante.

Somos una ciudad multicultural, diversa, donde podemos disfrutar de la Salsa, de la música antillana, de la música del Pacífico y del folclor proveniente del sur del país. En esa riqueza cultural y étnica hoy depositamos buena parte del presente y futuro de la industria turística, que tiene en el Petronio Álvarez y la Feria de Cali a sus principales locomotoras. Esa riqueza étnica se ve traducida en el deporte, donde Cali y el Valle son potencia: entre el América y el Cali suman la mayor cantidad de victorias en el fútbol profesional y una de cada tres medallas olímpicas son de deportistas de esta región.

Pero también somos una ciudad que innova, con una oferta productiva sofisticada y que tiene los mejores servicios médicos del país. Gracias también a una red de universidades de altísimo nivel, tenemos un talento humano altamente calificado, por encima de muchas ciudades pares.
Imaginemos por un momento si erradicamos la violencia y nos unimos cómo sería el futuro de Cali.

Nuestra historia nos señala que Cali no es una ciudad cualquiera; somos una ciudad resiliente, con gran potencial y llena de oportunidades.
Inspirémonos con orgullo de esta historia para proyectar a Cali hacia el futuro. Impulsemos el emprendimiento, la libre empresa y la inclusión social como las claves para lograr una Cali verdaderamente rica y próspera de aquí a 15 años. Estoy seguro de que es posible si nos lo proponemos, porque creo en Cali, y Cali somos todos nosotros.
Trabajemos unidos para que, en 2036, cuando celebremos nuestros 500 años, tengamos la ciudad con la que soñamos, la que nos merecemos.