Colombia necesita cambiar el rumbo urgentemente. El asesinato de Miguel Uribe Turbay (QEPD) es un atentado contra la democracia y debe llevar a la ciudadanía a reflexionar sobre la situación del país y el fracaso de los procesos de paz. No es posible que sigamos en manos de los violentos y que las autoridades no cumplan su mandato constitucional de garantizar la vida, la honra y los bienes de todos los habitantes.

Lo que estamos viviendo es el resultado de un Gobierno fallido, que puso por encima de los intereses de la ciudadanía los intereses de los violentos. Un Gobierno que, de forma indolente e irresponsable, se dedicó al discurso del odio y a la censura de la oposición desde el atrio del poder.

Así, con un escenario de violencia política y con presencia e influencia de los grupos al margen de la ley en la mitad de los municipios del país, se iniciará un proceso electoral. El Gobierno debe contar con un plan para garantizar la protección de los candidatos y el ejercicio de la política. Para ello, debe dejar la indolencia y cambiar el rumbo, pues el país no puede esperar a un nuevo gobierno para poner orden y recuperar la soberanía territorial perdida ante los narcoterroristas.

Claro que debemos buscar la paz, pero esta no se consigue con acuerdos de paz con grupos narcoterroristas que solo quieren enriquecerse ilegalmente y obtener el poder para imponer un sistema totalitario comunista. La paz se consigue a través de la única herramienta eficaz: el uso legítimo de las armas por parte del Estado para someter a los violentos. La paz no se logra dándoles rienda suelta a los grupos narcoterroristas, con ceses al fuego de la fuerza pública, dejando que controlen los territorios y que prosperen las economías ilícitas. No se consigue sin la erradicación de los cultivos ilícitos a través de la aspersión aérea. Requiere, además, una acción contundente y decisiva de la justicia, con la captura y condena de los narcoterroristas, aplicando penas efectivas y sin premiarlos con curules en el Congreso. Y no se logra con tribunales de justicia transicional ineficaces e ineficientes que solo sirven para lavarle la cara a los victimarios.

Por eso, con un Gobierno que tiene las prioridades y las soluciones al revés, fue asesinado Miguel Uribe Turbay, quien encarnaba la esperanza de un país en paz y con seguridad. Un dirigente político que no le temblaba la voz y representaba a quienes consideramos que la paz se consigue solamente con el uso de la fuerza legítima del Estado.

De hecho, la respuesta a toda esta debacle es realmente simple: seguridad, seguridad y más seguridad, para que podamos tener un país en paz, lo cual será difícil en el próximo año, considerando que tenemos un exguerrillero como presidente en el Palacio de Nariño y que, con sus malas y fracasadas políticas comunistas, parece estar más al servicio de su fracasada ideología y de la delincuencia que del bienestar de la ciudadanía que simplemente quiere trabajar y prosperar.

Tercio extra: Duele en el alma el ruin asesinato de Miguel Uribe Turbay. Paz en su tumba y mi más sentido pésame a toda su familia.