En un simbolismo que ha perdurado desde los días de la Guerra Fría, el enigmático ‘Reloj del fin del mundo’ ha avanzado sus manecillas a solo 90 segundos antes de la medianoche.
Este sistema de medición, establecido en 1947, actual como un marcador visual de la proximidad de la humanidad a un hipotético apocalipsis, basándose en la evaluación subjetiva de un grupo de expertos.
A medida que el reloj se aproxima a la media noche, la tensión aumenta, y con eventos significativos en el escenario global, como la guerra de Ucrania y los desafíos del cambio climático, los responsables del reloj decidieron reducir la cuenta regresiva en 10 segundos adicionales.
Aunque las manecillas del reloj están más cerca que nunca de tocar las 12:00 en punto, es crucial recordar que este reloj es puramente simbólico. La decisión de avanzar o retroceder en el tiempo es subjetiva y está en manos de un grupo de expertos que evalúan diversos acontecimientos mundiales.
¿Qué vendrá?
El reciente retiro de Rusia del Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares añade una capa adicional de incertidumbre. Este evento, entre otros, podría influir en una nueva disminución del tiempo restante en el reloj antes de que llegue la esperada medianoche.
El propósito subyacente de este reloj, más allá de su simbolismo, es actuar como un medio de disuasión global, generando conciencia y preocupación sobre las direcciones peligrosas que podría tomar la humanidad. Sirve como un llamado de atención para revertir políticas o acciones que podrían tener consecuencias catastróficas.
Aunque nos enfrentamos a la posibilidad de que las manecillas alcancen las cero horas, este momento crítico también representa una oportunidad para revertir el curso de los acontecimientos. El mundo, consciente de las amenazas globales, ha comenzado a tomar medidas significativas, como el compromiso con emisiones cero, señalando un esfuerzo colectivo para evitar el apocalipsis.
Capa de ozono no se está recuperando
El agujero en la capa de ozono que hay por encima de la Antártida crece cada primavera austral desde hace unas dos décadas, pese a la prohibición de las sustancias químicas que la destruyen, según un estudio.
La capa de ozono estratosférico, que protege a la Tierra de radiaciones solares peligrosas, está situada entre 11 y 40 km por encima de la superficie terrestre y filtra los rayos ultravioleta del Sol susceptibles de provocar cáncer, alterar el sistema inmunitario e, incluso, dañar el ADN de los seres vivos.
El pasado enero, expertos designados por la ONU juzgaron que el acuerdo es eficaz: según sus previsiones, la capa de ozono debería recuperarse para 2066 por encima de la Antártida, para 2045 por encima del Ártico y para 2040 en el resto del mundo.
Pero, pese a que el uso de los CFC ha disminuido, el agujero por encima de la Antártida todavía no se ha reducido de forma significativa, según los autores de un estudio publicado el martes en Nature Communications.
A medida que el reloj avanza implacablemente, el destino de la humanidad permanece incierto, y la pregunta persiste: ¿escucharemos las campanas doblar cuando el reloj marque la medianoche? La respuesta, por ahora, sigue siendo un misterio.