Los gatos han fascinado a la humanidad durante siglos con su elegancia y misterio. Sin embargo, uno de los comportamientos que ha desconcertado a numerosos dueños de gatos es la aparente aversión que estos felinos sienten hacia los abrazos. Aunque ciertos gatos toleran el contacto humano más próximo, la mayoría parece mostrar resistencia ante los abrazos y caricias excesivas.

Surge la pregunta: ¿Por qué ocurre esto? En este artículo, se explorarán las razones detrás de la renuencia felina a los abrazos, arrojando luz sobre la compleja psicología de estos compañeros de cuatro patas.

El instinto felino: Respeto por el espacio personal

A diferencia de los perros, que con frecuencia son criados con la finalidad de ser compañeros afectuosos y sociales, los gatos han preservado en gran medida su instinto de cazadores solitarios a lo largo del proceso de domesticación. Este instinto se manifiesta en su necesidad de espacio personal y en su reticencia a sentirse atrapados o restringidos.

Descifrando el enigma felino: las razones detrás de la aversión de los gatos a los abrazos | Foto: Getty Images

Según el portal ExpertAnimal, la socialización temprana y las experiencias vividas juegan un rol clave en la aceptación del contacto humano en los gatos. Si los felinos conviven con otros de su especie desde pequeños, es probable que sean más sociables entre sí. Asimismo, si se les ha acostumbrado positivamente al afecto humano desde temprana edad, es probable que se muestren más receptivos a las caricias y muestras de cariño.

Cuando un gato es abrazado, puede experimentar que sus movimientos quedan limitados y que le resulta complicado liberarse si así lo deseara. Esta sensación de vulnerabilidad choca con su naturaleza precavida, y puede originar incomodidad o ansiedad en el gato.

Lenguaje corporal felino: Una comunicación sutil

El lenguaje corporal de los gatos representa una forma esencial de comunicación, tanto entre ellos como con los seres humanos. Desde la perspectiva felina, un abrazo puede ser interpretado como un gesto de dominio o captura. Cuando las personas extienden sus brazos para abrazar a un gato, este puede interpretarse como una amenaza, desencadenando respuestas de evitación o defensa por parte del felino.

Acariciar o no acariciar: la paradoja de los abrazos para los gatos | Foto: Getty Images

Ellos expresan sus emociones de una manera diferente, por lo que no todos los besos y abrazos les agradan. Si nos fijamos en el comportamiento de la mayor parte de los gatos domésticos, nos daremos cuenta de que a la mayoría de ellos no les gustan los besos y abrazos, ya que se sienten aprisionados” comparte el portal tiendanimal.

Frecuentemente, los gatos exhiben señales de incomodidad antes de que el abrazo se materialice, como lamerse el pelaje nerviosamente, bajar las orejas o mover la cola de un lado a otro. Identificar estos indicios es de suma importancia para respetar los límites del gato y cultivar una relación positiva.

Personalidades únicas: El factor individual en la aceptación del contacto humano

De manera semejante a los seres humanos, cada gato posee una personalidad única. Mientras que algunos gatos son intrínsecamente extrovertidos y cariñosos, otros muestran un carácter más reservado y prefieren el contacto cuando lo inician ellos mismos. Las vivencias iniciales de socialización también pueden moldear la disposición de un gato hacia los abrazos.

La psicología de los felinos: explorando por qué a muchos gatos no les gustan los abrazos | Foto: Getty Images

Un gato que haya enfrentado interacciones negativas o traumáticas con personas en el pasado podría manifestar una mayor reticencia ante el contacto cercano. Además, el período de desarrollo en el que se adopta un gato también puede influir en su actitud hacia los abrazos. Los gatitos que han experimentado una socialización positiva desde temprana edad suelen demostrar una mayor disposición a relacionarse cercanamente con los seres humanos.

*Este artículo fue creado con ayuda de una inteligencia artificial que utiliza machine learning para producir texto similar al humano, y curado por un periodista especializado de El País.