La tendencia es clara. Aumenta la cantidad de contenido en redes, crece la publicidad sobre cursos y proliferan historias, ciertas o no, de personas que aseguran haber encontrado un camino rápido hacia la rentabilidad. Entre esa mezcla de entusiasmo y confusión, algunas voces intentan aterrizar las expectativas para que los nuevos inversores no queden expuestos a riesgos innecesarios.
El mensaje que promueve no está construido sobre promesas. De hecho, parte de una advertencia. Vivir de la operativa exige preparación, estructura y un proceso que casi nunca aparece en los videos de veinte segundos. Según explica, la mayoría de quienes ingresan a los mercados lo hacen motivados por la idea de resultados inmediatos, pero sin comprender los riesgos implicados en operar sin un método claro. Entrar sin educación, afirma, es comparable a entrar a un quirófano sin conocer anatomía. La falta de formación tiene un costo que termina pagándose con capital perdido.
Para Monroy, antes de pensar en ganancias es necesario entender el entorno global en el que se mueven los precios. La volatilidad reciente, condicionada por la debilidad del dólar, los cambios en las expectativas de tasas de la Reserva Federal y la incertidumbre política en Estados Unidos, ha creado un escenario difícil de interpretar para quienes apenas comienzan. No basta con observar gráficos. Es fundamental entender por qué se mueven. El mercado hoy se mueve por narrativas, no por certezas, explica, haciendo referencia a cómo los datos macroeconómicos y los anuncios de política monetaria generan reacciones rápidas y, en ocasiones, contradictorias.
En este contexto, muchas personas se acercan a la operativa influenciadas por la publicidad de supuestos expertos en redes. El problema, señala Monroy, es que gran parte de estas cuentas muestran únicamente resultados aislados sin explicar el proceso que los respalda. Es una tendencia que describe con claridad. Promesas de dinero fácil, indicadores milagrosos, señales vendidas en grupos cerrados y capturas de pantalla sin contexto. Para él, estas prácticas alimentan expectativas irreales y contribuyen al auge de estafas digitales. Su recomendación es simple. Desconfiar de quien garantice un resultado. Las estafas viven del highlight falso, no del sistema, afirma.
Ante este panorama, el enfoque que propone se sostiene sobre tres ideas centrales. Riesgo controlado, simplicidad en la metodología y repetición disciplinada. La primera es la que, bajo su criterio, evita que una sola operación comprometa toda la cuenta. Cada entrada debe tener un límite de pérdida definido de antemano. Es una regla que muchos principiantes pasan por alto. La simplicidad, por su parte, busca contrarrestar la sobrecarga de información. Monroy cree que demasiados conceptos generan confusión y que, al contrario, una estructura sencilla con pocos escenarios de operación suele ser más efectiva.
La repetición disciplinada cierra su planteamiento. Aunque suene sencillo en teoría, es el aspecto que más cuesta a quienes comienzan. Según Monroy, muchas personas rompen sus propias reglas cuando sienten miedo o euforia, lo que invalida cualquier método. Su enfoque apunta a construir hábitos estables que permitan mantener una misma lógica de trabajo incluso cuando el mercado se vuelve complejo. No se trata de acertar siempre, sino de evitar errores que destruyan la cuenta.
Respecto a criptomonedas y derivados, mercados que suelen atraer a principiantes, su recomendación es prudente. No los descarta, pero subraya que exigen aún más claridad sobre conceptos como apalancamiento, liquidez y volatilidad. Asegura que muchas pérdidas provienen no de una mala estrategia, sino de desconocer cuánto se está arriesgando verdaderamente en cada operación. Por eso insiste en operar con límites definidos, independientemente del activo elegido.
Otro punto importante de su discurso es el impacto de las redes sociales. Para Monroy, las plataformas pueden ser útiles como entrada inicial, pero no reemplazan la formación ni la práctica estructurada. Un video viral puede inspirar, dice, pero no sustituye un método probado. En ese sentido, recomienda seguir a personas que compartan procesos verificables y no solo pantallazos llamativos. La clave está en desarrollar criterio para distinguir entre entretenimiento y educación.
Entre quienes lo siguen, su mensaje gana fuerza precisamente por su tono realista. No promete independencia financiera inmediata ni asegura que el camino sea sencillo. Plantea un proceso más lento pero sostenible, basado en educación, método y claridad en la gestión del riesgo. En un entorno donde abundan las propuestas que simplifican excesivamente un oficio complejo, su visión busca aportar contexto y equilibrio.
Mientras el interés por los mercados se expande en la región, perfiles como el de Sergio Andrés Monroy Hernández funcionan como referencia para quienes buscan información sin adornos. Su propuesta no elimina los riesgos, pero ayuda a entenderlos antes de dar el primer paso. Y en un escenario donde el desconocimiento continúa siendo uno de los principales enemigos, esa claridad puede marcar una diferencia.