Riquelme colgó los guayos. Lo ganó todo con Boca, jugó en Barcelona y Villarreal, logró el ascenso con Argentinos. La poesía de su fútbol tuvo hinchada en todo el planeta.

La pelota está triste, tituló el diario bonaerense Crónica, un día después de que Juan Román Riquelme anunciara que colgaba los guayos. Lo pusieron así, grande, en la portada, con letras amarillas sobre una foto en la que el ídolo, vistiendo una camiseta del Boca Juniors, apareció con un balón bajo el brazo y la mirada desviada al suelo.Hubo más nostalgia repetida ese lunes entre la prensa argentina: ‘Amor eterno’, escribió Olé. ‘Marcó una era’, quedó en la tapa del suplemento deportivo de La Nación. ‘El último Diez’, dijo Clarín. La melancolía justa, sin embargo, no quedó conjugada en ningún otro lado con tanta puntería como en esa metáfora capaz de hacer de la fantasía, realidad de primera plana en todo el planeta del fútbol: la pelota está triste. El hombre que mejor la trataba ha dicho adiós.Se va a los 36 años, con entereza y genialidad suficientes para jugar hasta que el antojo le diera, quizás hasta siempre y ser eterno, porque lo suyo era poesía sobre la hierba y la fecha de caducidad de la poesía es nunca. Poeta, Riquelme. Pero poeta maldito para dirigentes, empresarios y varios entrenadores que no pudieron entender su mundo lleno de silencios y códigos inquebrantables. Un día, en el 2014, dijo que tenía pensado jugar hasta los 40; estaba todavía en Boca y la predicción resultaba más que posible al imaginarla saliendo de sus pies. Pero así no lo pensaron algunos directivos que al condicionarle el sueño lo empujaron a desviar el camino hasta donde todo había empezado: Argentinos Juniors, el club donde Román comenzó su propia leyenda, 18 años atrás. La diferencia es que ahora el equipo estaba en la categoría B. La coincidencia es que el sueño del pibe, ningún otro sino jugar, se conservó fresco todo este tiempo, y el pibito que un día se fue para hacerse ídolo vestido de azul y oro regresó para despedirse como héroe en su más tierno hogar. “Quería devolverle a Argentinos todo lo que me dio de chico. Les prometí a los dirigentes ascender y si no lo hacíamos en seis meses, me quedaba. Ascendimos y estoy muy agradecido, pero como por Boca tengo un sentimiento especial, yo no puedo jugar en contra de Boca. Es mi casa y en Primera solo puedo usar una camiseta”. “Después de ascender con Argentinos y tantos años con la camiseta de Boca, me parece que lo mejor es no jugar más a la pelota”, explicó a Espn en la nota exclusiva que concedió para hablar de su retiro. Se fue por eso, porque si las trabas no lo hubieran empujado a dejar su Boca del alma, habría jugado allí hasta los 40. No lo dejaron y prefirió irse, antes que traicionar sus códigos. Distinto también en ese sentido: se fue porque no habría podido ser feliz jugando como visitante en La Bombonera, porque el fútbol siempre lo entendió como un estado de ánimo sonriente antes que otra cosa. “Fui feliz en cada pase, en cada gol, cada vez que jugué”.Desde Torcuato, pedazo norte del Gran Bueno Aires donde creció, Román habló más o menos distendido ante la cámara, lo cual no era frecuente en el flaco, con una mandíbula casi siempre muy dura al momento de participar de conversaciones que le resultaran incómodas. Los imitadores y humoristas de Argentina siempre caricaturizaron su forma más tensa de hablar, exagerando la manera en que apretaba labios y dientes. No esta vez. Dijo que lo había meditado bien y que ahora se preparaba para otra vida. El miércoles pasado estuvo con su hijo Agustín viendo el partido entre Vélez y Boca y la tribuna lo aclamó:¡ Riqueeeeeeeelme, Riqueeeeeelme! Roman, entre las cosas que dijo al despedirse, dejó entrever que quiere ser presidente de Boca Juniors.Aunque se formó en Argentinos, Román debutó en primera división con el equipo Xeneize, cuadro con el que conquistó 11 títulos en tres ciclos, incluyendo tres Copas Libertadores y la Intercontinental de 2000, en una recordada final 2-1 ante el Real Madrid. Pero sobre todo conquistó la gloria: fue elegido el mayor ídolo del club, en una encuesta que Boca realizó en 2008 a través de su página oficial. Riquelme, que en Boca jugó 388 partidos y convirtió 92 goles, aventajó a Diego Maradona. En Boca, por eso, Riquelme también es dios. Además de jugar en Barcelona y Villarreal, con el que llegó a semifinales de la Liga de Campeones de 2006, Riquelme disputó 51 partidos con la selección mayor y marcó 17 goles. Integró el equipo albiceleste en el Mundial de Alemania 2006 y se colgó el oro olímpico en los Juegos de Beijing 2008.“Se retiró el último jugador pensante, el tipo que miraba para un lado y era capaz de ponerla al otro”, dijo el exjugador e ídolo de River Norberto Alonso, cuando se enteró del adiós. Alfio Basile, quien fue su entrenador en la Selección Argentina, lo dijo más claro: “(…)el único con ojos en el culo”. España agridulce En el 2002 Román fue transferido al Barcelona de España, que lo fichó como su nuevo diez. Pero vestido como culé, las lesiones y la adaptación no le permitieron mostrar lo mejor de su fútbol más que en unos cuantos partidos. Un año después pasó al Villarreal, donde llegó a convertirse en ídolo del equipo que, bajo la conducción de Pellegrini, llegó a las semifinales de la Copa Uefa en el 2006. Aunque fue su etapa más feliz en Europa, el recuerdo es agridulce: en esa ocasión, el Villarreal se quedó por fuera de la final del torneo por un penalti que falló Riquelme.Frase“En mi último partido en el Madrid cambié camiseta con Riquelme. Un gran número 10 #GraciasRoman”, Zinedine Zidane, en su cuenta de Twitter, tras la noticia del retiro de Riquelme.