Se siente en cada calle de Avellaneda. En la esquina. El bar. El café. La parrillada. Los potreros que sirven de canchas y el estadio. Es como si el tiempo se hubiera detenido y estuviéramos en 1994, viendo a Alveiro Usuriaga correr por la banda derecha con ese tranco inalcanzable y reventando de júbilo a los hinchas de Independiente con sus impredecibles goles, sus rulos que caían a los hombros y esa pícara sonrisa blanca. 25 años después de haber pisado por primera vez territorio argentino, el ‘Palomo’ sigue volando por Buenos Aires.

También lo sientes en las voces de quienes lo vieron y los que no. Esos que conocieron la leyenda por boca de sus padres o sus abuelos. Lo sientes en las muecas de felicidad y los ojos vidriosos y nostálgicos de quienes cuentan ese gol que le marcó a Ferro por la sexta fecha del Clausura argentino, cuando desbarató la defensa y sacó un zapatazo que rompió la red. Y lo sientes, o mejor, lo ves, en los documentos de identificación de pibes que fueron bautizados con el nombre de Alveiro porque sus papás quisieron rendirle un íntimo tributo a quien les diera un campeonato argentino, una Supercopa y una Recopa Suramericanas, en solo un año. Gestas que le valieron a Usuriaga para meterse tan adentro del corazón rojo de los hinchas de Independiente, como lo hiciera ese ‘monstruo’ llamado Ricardo Bochini. Una locura.

Y de esa locura fue testigo Yolanda, hermana del ´Palomo’. Una mujer que barrió las calles de Cali y está a la espera de su pensión. Madre de Érica y abuela de Samuel. Aquella que dormía con Alveiro, aun siendo él un adulto, porque la oscuridad le producía miedo al jugador que atemorizaba defensas contrarias.

Durante cinco días, Yolanda estuvo en Buenos Aires. Fue entrevistada por la prensa. Visitó la casa y habló con la familia que acogió a Alveiro cuando él se radicó en Avellaneda. Dialogó con Luis Islas y Jorge Burruchaga, quienes le contaron anécdotas de su hermano.

Recibió una placa y una camiseta en homenaje al ‘Palomo’, que lució desde el centro de la cancha del estadio Libertadores, el fortín de Independiente, en una fría noche de un juego por Copa Suramericana. Atendió a un hincha que le regaló una remera con la foto de Usuriaga. Abrazó y se fotografió con un niño que fue bautizado con el nombre de Alveiro. Visitó los bares y los cafés donde su hermano se comportaba como un vecino más de Avellaneda. Y alzó los ojos al cielo y vio volar al ‘Palomo’, vestido de blanco y sonriente, como si desde arriba le agradeciera que estuviera recorriendo sus pasos.

Esta bonita historia hace parte de un documental del realizador caleño Carlos Moreno, célebre por los éxitos de sus largometrajes ‘Perro come perro’, ‘Todos tus muertos’, ‘El cartel de los sapos’ y ‘Que viva la música’, y seriados como ‘Escobar, el patrón del mal’ y ‘Distrito Salvaje’. Con la naturalidad y profundidad que lo caracteriza, Carlos dirigió esa bella pieza que estará en sus televisores en noviembre próximo, gracias a Telepacífico, que, en su sano afán por destacar los valores de la región, anota un gol más desde que está bajo el mando de César Galvis.

Hay en el documental detalles lindos. Anécdotas inéditas. Historias no contadas. Personajes de barrio y glorias de la élite del fútbol. Periodistas que disfrutaron y padecieron a Usuriaga por su lejanía con la prensa. Hinchas que lo idolatran todavía y lo recuerdan en un lugar especial de sus casas, como lo hace Rubén Darío Herrera, un abogado de 43 años y a quien todos conocen como el ‘Chola’ en Córdoba. Porque hasta allá, a 695 kilómetros de Buenos Aires, fue a volar el ‘Palomo’. Lo hizo en 1999, cuando se le cumplió el tiempo de la sanción por consumo de cocaína en su segunda etapa con Independiente, para integrar las filas de un club de tercera división llamado General Paz Junior y ascenderlo a segunda. Y lo logró en seis meses con dos goles suyos en la final. Ha sido la mayor hazaña del humilde club. Y a Usuriaga, cómo no, lo aman. Entonces, el ‘Chola’ lo tiene ‘viviendo’ en su casa y a él se encomienda, como si fuera un santo, cuando su equipo necesita un gol.

El documental que está realizando Carlos Moreno es, si se quiere, la extensión de un trabajo de 19 minutos que en febrero pasado publicamos en este diario Jorge Enrique Rojas, Hugo Mario Cárdenas y yo, titulado ‘La jaula del Palomo’. En esos 19 minutos relatamos cómo el barrio 12 de Octubre fue justamente eso, una jaula de donde Alveiro nunca quiso salir. Un documental que le gustó a Carlos y que lo motivó a contar la historia de Usuriaga no contada. La de Buenos Aires y Córdoba.

Y para ello invitó a Yolanda a recorrer los pasos de su hermano. Lindo gesto. Y en nombre de ella, de Kike y Hugo, quiero decirle gracias a Carlos por haber puesto sus ojos en el ‘Palomo’. Gracias por vincularnos a su documental y permitirnos trabajar al lado suyo. Gracias por enseñarnos. Un honor y un placer. Y gracias por dejarnos ver que 25 años después de haber pisado Buenos Aires, y 15 de muerto, el ‘Palomo’ sigue volando alto. Por lo menos allá en Argentina, donde regaló felicidad. Y fue feliz.