Ya no se ven los Yepes, los Leonel, los Rincón ni los Valderrama. Contra Brasil fue evidente.

Las derrotas siempre duelen. Pero talla más la ausencia de un caudillo en esta Selección Colombia.

Dio pena ver cómo Neymar manejó el partido del jueves pasado en Sao Paulo a su antojo. Pechó al árbitro, le habló a gritos tirándole babas en la cara, le dio ‘boquilla’ todo el juego, apeló a sus payasadas inventándose faltas y provocó siempre a los jugadores colombianos. Y el chileno Roberto Tobar ni se inmutó. Como si nada de aquello hubiera sucedido en el estadio Arena Corinthians.

Tobar se arrugó. Y se arrugaron también los jugadores colombianos. Totalmente. Cuadrado tuvo una acción con Neymar, que se inventó una falta, y el colombiano fue a levantarlo del piso con angustia. Le faltó abrir un botiquín y atenderlo.

Luego fue Muñoz quien por poco le pidió perdón de rodillas tras una falta, y después se ganó un empujón en las narices del perverso Tobar, que, de nuevo, ‘se hizo el de las gafas’ con el brasileño. Y más tarde fue Dávinson quien lo derribó y, acto seguido, lo persiguió como implorándole que lo disculpara. Parecía decirle: “no lo vuelvo a hacer, ‘Ney’, perdón”.

Las tres escenas fueron propias de un melodrama donde el payaso principal volvió a brillar por sus gestos circenses más que por su fútbol. Es un crack cuando quiere. Pero un ‘showsero’ al que los árbitros le compran el espectáculo siempre.

¿Y el ‘capo’ de Colombia? ¿El capitán del equipo? ¿El líder? Nunca apareció. Los jugadores nuestros se tomaron a pecho la advertencia del técnico Rueda un día antes del partido, cuando les pidió que no entraran en provocaciones del árbitro ni los rivales. Pero de ahí a asumir una actitud tan pasiva cuando hay un payaso mandando en la carpa a su antojo, es mucha la distancia.

Colombia no perdió por eso el partido (1-0). Claro que no. Perdió después de haber hecho un excelente primer tiempo porque Rueda embolató el libreto en la parte complementaria, leyó mal el juego e hizo cambios que no entendimos. Por lo menos yo. Pero la derrota dolió más luego de ver que Neymar hizo lo que quiso, y no propiamente con la pelota, y ningún jugador colombiano le plantó cara. Así no se juegan unas eliminatorias al Mundial.

El último caudillo —caudillo de verdad— que tuvo la Selección Colombia fue Mario Alberto Yepes. Fue el heredero de esa estirpe que años atrás mostraron Leonel Álvarez, Fredy Rincón y el ‘Pibe’ Valderrama. Ellos, todos, ponían el pecho, manejaban los ritmos del partido, le hablaban al árbitro, enfrentaban a los ‘Neymar’, y mucho más, pero sin la patanería ni la trampa del brasileño.

A Colombia le hace falta un caudillo. Esa silla quedó vacía desde el Mundial del 2014, luego de que Yepes guardara los guayos para siempre. Los Ospina, los Cuadrado, los Falcao, los James son jugadores de otra naturaleza. Son demasiado nobles en la cancha. Y no hay que ser malo para ejercer un caudillismo, pero tampoco dejarse escupir la cara.

Ya quisiera ver yo a Neymar envalentonado y luciéndose como gallito fino con un Fredy Rincón en la cancha. Cuando el rival sacaba las espuelas enfrentado a esa selección de Pacho Maturana, Rincón mostraba las suyas, Leonel afilaba las propias y el ‘Pibe’ aparecía con el cuchillo entre los dientes. En esta Colombia de hoy no hay quién lo haga.

Los partidos se ganan con goles, pero se necesita también un general en la cancha que tenga las botas bien puestas y la espada lista para defender su territorio y sus intereses. Y estos jugadores, que militan en ligas de Europa, México y Brasil, lo saben. Lo que sucede es que esa es una condición natural y hoy no hay en Colombia quién enarbole esa bandera. @cjotapolania