Bandas organizadas de jóvenes con ganas de emociones demasiado fuertes, se buscan en los estadios para enfrentarse en verdaderas batallas, que normalmente terminan con muerto. De uno u otro bando, pero muerto

Hace unos años ir a fútbol era ni más ni menos una delicia. Plan familiar, plan de amigos, los niños entraban a fútbol sin que tuvieran que vivir los horrores de los gases lacrimógenos y los carabineros encaramados en sus gigantes caballos tratando de corretear a cuanto vándalo encuentren.El paseo era total, los de Millonarios convivían y departían con los de Santa Fe como los seres humanos normales.Igualmente viajar a fútbol a Cali y Medellín era delicioso. No existía el miedo y se ganaba y se perdía, por la razón sencilla de que el fútbol es así. Siempre ha sido así. Siempre ha habido ganadores, empates y perdedores.Si alguien moría en un estadio, era porque hasta ahí le aguantaba el corazón y hasta ahí llegaba la afición. Era casi imposible que mataran a alguien luego de un partido por ser hincha de tal o cual.Pero esa paz se acabó. Ya es muy difícil ir de paseo a fútbol, o a comer con los de Nacional y Medellín en paz los deliciosos pinchos que antes se podían comer en tranquilidad total en el Atanasio y mezclados unos y otros sin que pasara la altanería de una broma, o de una discusión sana, decente sobre uno u otro equipo. Tampoco se pasa la vida tranquilo en Cali y menos en Bogotá.INGRESE AQUÍ para Leer el Blog completo de GUILLERMO DÍAZ SALAMANCA