Muchas personas han tenido la sensación de que, al abrir la nevera, sale un mal olor y al detallar qué podría ser el causante, se percatan que se trata de la carne que compraron hace pocos días.
Esto sucede debido a que cada trozo contiene bacterias que poco a poco van degradando la carne; de esta manera, durante el deterioro de este alimento empiezan a proliferar bacterias y hongos que producen diversas enzimas.
Durante el proceso, la pieza va perdiendo el color rojizo y empieza a mostrar un color verdoso y se liberan diversos gases y sustancias químicas como el sulfuro de hidrógeno, cuyo olor es bastante fuerte.
Es cierto que la cocción eliminará las bacterias y mohos que la han habitado; sin embargo, las bacterias ya han descompuesto la carne y afectará su salud si la consume.
Si se consume carne en mal estado, puede provocar graves intoxicaciones alimentarias como náuseas, vómitos, fiebre, dolor abdominal y otros problemas gastrointestinales.
Así que cuando la carne huele o se ha perdido parte de su color, lo único que se puede hacer es tirarla a la basura.
¿Cómo guardar correctamente la carne?
El almacenamiento de la carne, igual que sucede con el resto de alimentos y especialmente si son frescos, es completamente esencial para garantizar que dure todo lo posible.
Para asegurarse de que la carne se mantenga fresca y deliciosa, puede seguir estos consejos:
- Consumirla en un plazo razonable: la carne debe consumirse en poco tiempo para garantizar que se mantiene fresca y segura para el consumo. Esto variará en función del tipo de carne y de las condiciones de almacenamiento, pero, por norma general, la carne debe consumirse en un par de días, cuando estará en condiciones óptimas, y una semana desde su compra, cuando ya empezará a mostrar signos de estar en mal estado.
- Manténgala fría: la mejor opción para almacenar la carne es dejarla en el frigorífico o en el congelador, para frenar la proliferación de bacterias y otros microorganismos. En este sentido, no se puede dejar a temperatura ambiente demasiado tiempo.
- Cúbrala correctamente: es esencial que la superficie de la carne toque lo menos posible el aire. En caso contrario, se estaría favoreciendo la proliferación de bacterias y, por lo tanto, haciendo que se pudra antes. La mejor opción es cubrir las piezas con papel film o meterlas en bolsas herméticas.
- Guardar la carne cruda y la cocinada de forma independiente: para evitar que se propaguen las bacterias, se debe almacenar la carne fresca de forma separada de la que está cocinada y ha sobrado.