La cadena volcánica Los Coconucos, ubicada en el suroccidente colombiano, es una de las estructuras volcánicas más singulares del país.
Está conformada por quince centros eruptivos alineados, entre los cuales se destaca el volcán Puracé, un volcán que, entre 1849 y 1977, tuvo una actividad relativamente continua y que, en los últimos cinco años, ha mostrado signos de reactivación tan importantes que ha sido ascendido a estado de alerta naranja en dos ocasiones: de mayo a julio de 2024, y desde el 29 de noviembre de 2025 hasta la actualidad.
Sin embargo, este proceso de reactivación no ha sido exclusivo del Puracé, sino que se ha extendido a otros centros eruptivos de la cadena, particularmente a los volcanes Piocollo y Curiquinga.
En este último, entre 2022 y 2025, el Servicio Geológico Colombiano, SGC, ha registrado manifestaciones superficiales como la conformación de una grieta y la emisión de cenizas, material que ha contribuido a impermeabilizar su cráter y, con ello, a favorecer la acumulación de agua desde inicios de 2025.
Diana Quintero, vulcanóloga del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Popayán del SGC, explica que “el 20 de enero de 2025 hubo una emisión de ceniza en el Curiquinga, y con ella, la grieta formada en la pared norte del cráter el 29 de marzo de 2022, se extendió hacia el edificio del volcán Piocollo, donde se ha registrado mucha actividad sísmica. Hemos visto que, en general, la región noroccidental de la cadena volcánica es la que ha venido registrando todos estos cambios en los últimos tres años”.
Añade que la grieta mencionada también ha registrado emisiones de gases durante las últimas semanas.
Volcanes conectados
Esta actividad simultánea en Puracé, Piocollo y Curiquinga ha llevado a los investigadores a interpretar el proceso como una reactivación del sector noroccidental de la cadena volcánica Los Coconucos, más aún si se tiene en cuenta la cercanía entre estos tres centros eruptivos: el Curiquinga está a 1,7 km del Puracé, y el Piocollo está localizado entre ambos.
Una de las preguntas recurrentes frente a esta reactivación es si cada volcán tiene su propio sistema de conductos entre el cuerpo magmático y la superficie o si, por el contrario, están conectados a profundidad. Quintero explica que esto es difícil de establecer, pero lo que sí es claro es que estos volcanes, así como los del resto de la cadena, tienen una historia geológica en común: la cadena volcánica se desarrolló dentro de una estructura caldérica antigua llamada Paletará, en el cráter de un volcán que tenía 35 km de diámetro.
“Además, la presencia de fallas geológicas puede favorecer la interacción de remanentes de cuerpos magmáticos antiguos con cuerpos magmáticos más superficiales, lo que podría facilitar que, en algún momento, se den aumentos en la actividad volcánica”, dice Quintero.
Pese a estos avances, aún se requiere más información, pues hasta ahora, debido a su actividad predominante, lo que se conoce con mayor detalle es la historia eruptiva del volcán Puracé.
María Luisa Monsalve, vulcanóloga del grupo de Evaluación de Amenaza y Riesgo Geológico del SGC y quien lideró el desarrollo del mapa de amenaza del volcán Puracé, afirma que “este es conocido por su actividad en tiempos históricos: casi desde 1500 ha tenido alrededor de 50 erupciones, que no han sido muy grandes. Por eso siempre nos referimos al Puracé, que es el volcán que se ve desde Popayán”.
Sin embargo, los estudios sobre su actividad histórica, particularmente de su último proceso eruptivo entre 1849 y 1977, también han permitido confirmar la ocurrencia, en 1966, de una emisión de ceniza asociada a otro volcán del sector noroccidental de la cadena.
“Este antecedente confirma que lo que ocurre actualmente y que involucra el sector noroccidental de la cadena volcánica Los Coconucos ya había ocurrido en el pasado”, agrega Monsalve.
Por eso, recabar información sobre los otros volcanes es un desafío que el Servicio Geológico Colombiano está asumiendo mediante la revisión y actualización de información, con el fin de integrar, en un solo mapa de amenaza, los datos del Piocollo, el Curiquinga y el Puracé.
A futuro, incluso, se proyecta desarrollar el mapa de amenaza para toda la cadena volcánica.
¿Qué deja ver el monitoreo sobre la reactivación de ese sector de la cadena volcánica? El análisis integral de los datos sísmicos, geoquímicos y geodésicos obtenidos entre 2021 y 2025 muestra que el sistema volcánico ha cambiado de manera gradual y continua en los últimos años. Estos cambios están relacionados con la actividad de un sistema magmático profundo (fuente de calor) y su interacción con un sistema hidrotermal más superficial.
Todo este proceso ocurre en una zona donde fallas geológicas (Moras y Coconucos) influyen en dicha actividad. Asimismo, se han identificado dos fuentes de actividad sísmica importantes para la dinámica de fluidos: una entre 4 y 6 km bajo el volcán Curiquinga, detectada después de la emisión de ceniza del 29 de marzo de 2022, y otra muy cercana al cráter del volcán Puracé, a menos de 1 km de profundidad, que ha mostrado actividad constante. También se ha registrado sismicidad por fracturamiento de rocas bajo el Puracé y en el área entre este volcán y Piocollo, a profundidades entre 2 y 4 km.
Por estas variaciones en los parámetros de monitoreo volcánico (sismos profundos y superficiales, gases, calor y deformación del terreno) el Servicio Geológico Colombiano concluye que el sector se ha reactivado, con manifestaciones visibles en los cráteres del Curiquinga y del Puracé, este último con emisiones de ceniza continuas desde el 29 de noviembre. A un mes de la alerta Naranja, ¿cómo está el volcán Puracé? Desde el 25 de noviembre de 2025 hasta la fecha, el volcán Puracé ha registrado 204 emisiones de ceniza, con alturas máximas de alrededor de 1700 metros sobre la cima del volcán. Estas emisiones están asociadas a pequeñas explosiones ocurridas dentro del primer kilómetro bajo el cráter.