Como todos los domingos, desde hace más de 30 años, don Vicente Robledo se encuentra parado en frente de la reja blanca que encierra el Coliseo El Pueblo de la ciudad de Cali, muy cerca a la Plaza de Toros de Cañaveralejo, esperando a sus amigos de siempre, a las 8:00 de la mañana, para jugar chaza, como siempre.

La chaza es un deporte que tuvo origen hace más de 500 años en la frontera colombo-ecuatoriana. Según Asochanar (Asociación de Chaza de Nariño), a raíz del descubrimiento de América, los conquistadores españoles encontraron a nuestros aborígenes jugando con pelotas elaboradas con piel de animal y utilizaban como implementos para impulsar dichas esféricas maderos de cuti y guasmo, los mismos que usaban como herramientas de trabajo en la agricultura.

Ya con toda “la banda” reunida, don Vicente se dispone a entrar para compartir con sus colegas de este curioso deporte y ¿por qué no? unas cervecitas, con un pedacito de cuy acompañado de papa salada y ají de maní.

En Palmira se encuentra la cancha de chaza más grande el Valle del Cauca, en el barrio Zamorano.

El Club de Chaza Cali es una asociación deportiva inscrita en Coldeportes que cuenta con 64 miembros oficiales en la ciudad y junto a los clubes de Palmira, Florida y Candelaria, conforman la Liga Vallecaucana de Chaza, avalados por la Secretaría de Recreación y Deporte Departamental. Adicional a esto cuentan con sus propias páginas en redes sociales como Facebook.

Don Vicente toma su lugar a un lado de la cancha, pues hace más de 5 años no juega a la chaza debido a un problema en sus riñones que sufre aproximadamente hace 14 años. Él es “el que más sabe” sobre esta disciplina, según sus compañeros y se encarga de explicar en qué consiste el “tenis pastuso”.

Lo primero que hay que tener en cuenta antes de jugar chaza, relata, es que existen dos modalidades: una que se juega con la mano y otra con raquetas de madera forradas en cuero de chivo, fabricadas y vendidas por artesanos nariñenses.

El cuero utilizado para hacer esta herramienta deportiva es el mismo que se usa para la fabricación de tambores musicales, es por eso que al momento de golpear la pelota, esta especie de raqueta emite un sonido muy particular, del cual se deriva su nombre, “bombo”, ya que se asemeja al estruendo que se escucha al tocar ese mismo instrumento de percusión.

La cancha del Coliseo El Pueblo fue pavimentada y delineada con el dinero recogido entre los integrantes del equipo conformado por nariñenses radicados en Cali.

El ‘bombo’, fundamental para la chaza, tiene un precio que oscila entre los $30.000 y $60.000, debido a sus materiales, entre los que se encuentra el pino y el roble.

Sin duda es un elemento muy llamativo a la hora de observar cómo se juega la chaza. Pero este deporte tiene mucho más aspectos por los cuales resalta. Uno de ellos es la ‘pinta’ que se utiliza al practicarla. A diferencia de Rafael Nadal o Andy Murray a estos deportistas no los viste ni Adidas ni Nike. Ellos mismos se las ingenian para poder vestir de una manera funcional y original. Un pantalón cualquiera, una camiseta fresca, una cachucha con retazos de tela cosidos a mano y unas ‘mangas de taxista’, es todo lo que necesitan para protegerse del sol tan “picante” de la Sucursal del Cielo.

La cantidad de jugadores varía: desde el uno contra uno, hasta equipos de seis personas por bando. La pelota ya no tiene que ver con la usada en la época del Descubrimiento de América hecha de piel de animal. Hoy se utiliza una pelota de tenis o una fabricada en Pasto muy similar a la del “deporte blanco”.

Las similitudes con el tenis continúan en la forma como se miden los puntos en cada ‘set’ o mejor dicho, “juego”, como explica don Vicente que se le dice a cada tiempo de los cuatro que se juegan en la chaza.

15, 30 y 40 son los puntos para ganar un “juego” y gana la persona o el equipo que obtenga la mayor cantidad de puntos en 3 de los 4 tiempos. Cada dos tiempos, el juez marca una “chaza” en la línea media de la cancha, ya sea con un cono fluorescente o un pedazo de madera y cada dos “chazas” se hace cambio de lado de la cancha por parte de los equipos.

Del 18 al 26 de noviembre Pasto será la sede de la novena versión del mundial de chaza, donde participan países como Holanda, Italia, Perú, Panamá, Ecuador.

Después de explicar los pasos y elementos básicos para comprender el deporte, don Vicente presenta a Osvaldo Soto, ‘El flaco’, el encargado de demarcar las líneas de ese rectángulo gigantesco en el que se practica “el tenis pastuso”. Justo en ese momento se encontraba aplicando la última capa de pintura amarilla a las zonas de saque, unas líneas divisorias dentro de la cancha que son enumeradas de 1 al 6.

‘El flaco’ explica que dependiendo de la potencia que tenga el jugador en su brazo a la hora de sacar, la zona de saque es más cercana o lejana a la línea media que divide los lados, es decir, que los jugadores de saque más potentes se paran en la zona 1 y se aumenta en número gradualmente hasta la zona 6 que es la de menor potencia y menos alcance.

Para el juego de la chaza se requiere un gran esfuerzo físico, sobre todo en la parte de las extremidades superiores. Laura Andrea Quintero Palma, experta en biomecánica y fisioterapia de la Escuela Nacional del Deporte explica que este deporte ancestral trae consigo un gran fortalecimiento de los músculos y muchos beneficios para el sistema cardiopulmonar de las personas de la tercera edad que lo practican.

Sin embargo, no todo es color de rosa, debido a la edad de estos deportistas. Entre las lesiones con más frecuencia que se pueden suceder a la hora de jugar el ‘tenis pastuso’ se encuentran: la tendinitis de muñeca, el desgaste del hombro, los dolores de espalda y el ‘codo de tenista’ o epicondilitis.

Después de casi cuatro horas de juego (pues la chaza no tiene límite de tiempo), se gana según la cantidad de juegos o ‘sets’ conseguidos y después de escuchar repetitivamente la frase “ese no ha almorzado”, cuando alguno le pegaba mal a la bola, Vicente Robledo se dispone a recoger el dinero apostado por cada individuo de ambos equipos: $10.000,

$20.000 o $ 30.000. Este es el monto que se maneja en este deporte dominado por los hombres mayores del departamento de Nariño y que ha trascendido hasta tierras vallecaucanas.

Y aunque el juego acabó, el tiempo de espacio cultural y divertimento no, pues no hay nada más rico que terminar un “partidito de chaza” con unas buenas cervezas y su buena porción de lapingachos (comida típica nariñense), mientras se juega naipes a la orilla de la cancha.