El pais
SUSCRÍBETE
Juan Pablo Segovia ha sido una de las gratas sorpresas en el inicio de temporada del América de Cali | Foto: Diseño: Diego Javier Martínez/ El País

DEPORTES

Los 'secretos' de Juan Pablo Segovia, defensor argentino del América de Cali

El defensa argentino de 29 años ha dejado una gran impresión en sus partidos con América. Le gustan los tatuajes, se desvive por un bulldog inglés, le dio un patadón a Dybala y admira a Mario Yepes.

3 de febrero de 2019 Por: Daniel Molina Durango-Reportero de El País

Uno de los grandes gustos que tiene Juan Pablo Segovia (Corrientes, Argentina, 1989) son los tatuajes. Sobre su brazo derecho tiene el nombre de Lorenzo, su hijo, que está próximo a cumplir dos años.

Mientras que en sus piernas hay dos grabados muy especiales: en una están los nombres de sus abuelos maternos —Magno y Olga—, mientras que en la otra está el rostro de Roco, un perro de raza bulldog inglés que lo acompaña desde hace siete años y que pronto llegará también a Cali.

Lea también: América de Cali venció a Tolima con el sello venezolano de Fernando Aristeguieta

En diálogo con El País, el nuevo central del América, que ha tenido muy buenas presentaciones en este inicio de temporada, habló sobre este gusto, sobre su vida y también acerca de sus expectativas al vestir la camiseta roja luego de jugar tres años en el fútbol de Ecuador.

¿Desde cuándo viene el gusto por los tatuajes?

Desde hace mucho tiempo. El primero que me hice fue el de mi mamá, y después de eso no paré más.

Debe tenerle mucho cariño a su perro para tenerlo tatuado. ¿Cómo es esa historia?

Roco tiene siete años y es como un hijo. Lo conseguí en Argentina, en Ecuador estuvo conmigo y bueno, cuando nació mi hijo se volvieron como hermanos, se pelean, pero se aman (risas). Ya en unos días me lo traen acá a Cali.

Siempre me gustaron los perros y en la familia tuvimos muchos. Pero había una serie argentina llamada ‘Brigada cola’ y allí había un bulldog inglés. Desde chico siempre quise un perro así, pero solo lo pude conseguir cuando crecí. Y bueno, ahí lo tengo al gordito.

¿Cómo fueron sus inicios en el fútbol?

Empecé a jugar desde muy chico. A los cuatro, cinco años. Mi papá me llevaba a todos lados y estoy muy agradecido con él por su paciencia y porque siempre es bueno tener a un padre que te apoye en lugar de exigirte tan temprano. Eso me ayudó a crecer y a amar el fútbol.

¿Hincha de River?
Sí, mis hermanos y yo salimos como mi papá, hinchas de River. La familia de mi mamá sí es hincha de Boca, incluidos mis abuelos Magno y Olga, a los que les estoy muy agradecido porque cuando me tocó ir a Buenos Aires para cumplir mi sueño de ser futbolista, ellos me apoyaron demasiado.

Yo soy de Corrientes, que queda muy lejos de la capital. Ellos iban a visitarme y me daban todo lo que yo necesitaba.

¿A qué edad se fue a Buenos Aires?

A los 13 años me fui a Lanús. Llegué a la pensión del club, que no es como ahora, en ese momento carecía de muchas cosas. Pero bueno, el sueño de llegar a jugar fútbol profesional hizo que cerrara los ojos y mirara para adelante, porque lo que yo quería era vivir de esto.

¿Alguna vez pensó en devolverse a su casa?

Sí. Una vez llovió mucho y la habitación en la que yo estaba se inundó, con los bolsos, las maletas, todo. Nos tocó hacernos a mí y a mis compañeros arriba de las camas. Fue un momento duro, pero por fortuna mis abuelos viajaron a verme. Estuve a nada de devolverme a Corrientes, pero resistí. Por eso es que valoro tanto a mis abuelos.

¿Cómo fue su debut profesional?

Yo llegué a Lanús en 2007 y en el 2009 me fui con 10 compañeros más a un equipo de la B llamado Atlanta, como parte de un convenio. Eso me hizo ganar mucha experiencia y me ayudó a crecer. Luego de Atlanta pasé a Los Andes, también de la B; después me fui al fútbol ecuatoriano y ahora estoy acá en América.

¿Por qué defensa?

Yo de chico jugaba un poquito adelante, porque me gustaba hacer goles. Pero en Corrientes una vez un entrenador me hizo una prueba y me dijo que podía jugar central zurdo, porque además hay muy pocos.

¿Quién le regaló sus primeros guayos?

Mis papás. Hubo una Navidad en la que yo me moría por unos guayos Puma. Tenerlos era una felicidad para cualquier chico y al verlos se sintió muy bonito.

¿Cómo eran?

Negros. Los clásicos de antes. Eran muy queridos en ese momento y yo me soñaba con esos botines.

¿Cuál es el delantero más bravo que le ha tocado enfrentar?

Marqué a varios. Pero recuerdo que en la B de Argentina, jugando para Atalanta, me tocó enfrentar a Paulo Dybala (hoy estrella de la Juventus), que tenía 17 años y jugaba en Instituto. Hace días, en un programa argentino pasaron un video de ese partido en el que muestran una patada que le pegué. Esa vez nos metió tres goles. Desde ahí mostraba ya lo crack que iba a ser.

Había que pararlo de alguna manera...

Sí, le tuvimos que pegar (risas).

Eso se da mucho en Argentina, defensas fuertes que frenan a los rivales como sea...

Sí. Es que hay muchos jugadores que de mitad de cancha hacia arriba sacan mucha diferencia, entonces toca hacerse sentir porque sino te pueden dejar mal.

¿Y cuáles son sus grandes referentes?

Walter Samuel y Mario Alberto Yepes.

¿Cómo ha sentido el fútbol colombiano?

Pienso que se deja jugar bastante y eso es lindo. El fútbol colombiano ha venido creciendo mucho. No hay mucha diferencia con el de Ecuador, pero sí se juega un poquito más.

¿Qué lo motivó para venir al América?

En lo económico tenía ofertas mejores, pero yo tenía ese objetivo de jugar en un equipo grande y con historia como lo es el América, donde también han brillado muchos argentinos. No dudé en venir acá y espero estar a la altura del club.

¿Para qué está el equipo?
Para ir creciendo partido a partido. América siempre ha peleado para ser campeón, pero no hay que pensar todavía en eso. Hay que seguir creciendo como grupo.

¿Cuál será su próximo tatuaje?
Sí tengo otro hijo, seguramente ese será el próximo tatuaje.

AHORA EN América de Cali