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Aurelio José Pascuttini, capitán del primer América campeón del fútbol colombiano. | Foto: Wirman Ríos / El País

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"Los recuerdos que tengo son imborrables" Pascuttini, sobre 'Aquel 19' con América

Temperamental, aplomado y con liderazgo, así jugaba el capitán rojo del primer título. ¿Por qué el número 19 es tan especial para su vida? ¿Es cierto que casi juega en el Cali? Diálogo con un central de mirada severa.

17 de diciembre de 2019 Por: Daniel Molina Durango - Reportero de El País

El carácter de Aurelio José Pascuttini comenzó a forjarse gracias a Pedro, su padre, un estricto ferroviario que se levantaba todos los días a las 5:00 de la mañana a trabajar y que amó con desvelo —y algo de locura— a Rosario Central, uno de los equipos tradicionales de Argentina.

En un partido de finales de la década de los 60, su padre estaba gritando tantos improperios hacia la cancha del estadio El Gigante de Arroyito —donde Central hace las veces de local—, que los policías tuvieron que ir a buscarlo a la grada para calmarlo. Notablemente contrariado, Pedro Pascuttini les dijo: ¿Es que acaso no puedo criticar a mi hijo?

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Esa exigencia y vocación por el trabajo marcó de por vida a Aurelio José, quien como futbolista y persona dejó huella en Central y en el América, al que llegó en 1976 para, tres años más tarde (19 de diciembre de 1979), ser el capitán del equipo en la consecución de la primera estrella.

Cuarenta años después de esa hazaña que marcó la historia del club escarlata, Pascuttini aterrizó en Cali para estar, este jueves, en un homenaje que contará con la participación de todos sus compañeros de estrella.

“Esto es algo especial. Creo que América es el único club que celebra un título tras 40 años”, dijo Aurelio José este lunes, sentado en un sofá blanco del hotel donde se encuentra hospedado al sur de Cali.

La severidad de su mirada sigue siendo la misma que se ve en las fotos en blanco y negro, esa misma con la que comandaba la defensa, esa misma que cobra un toque de gracia cuando Pascuttini cuenta que por cosas del fútbol estuvo cerca de jugar en el eterno rival escarlata.

¿Cómo es eso de que el Deportivo Cali estuvo interesado en usted?

Es que en un momento determinado don Alex Gorayeb (presidente del Cali en esa época) me fue a buscar a Argentina porque yo andaba muy bien en Rosario jugando la Copa Libertadores, pero nunca se pudo concretar nada. Luego, al tiempo, me di cuenta de que la negociación no se hizo porque a don Alex le habían dicho que yo tenía las rodillas rotas. Ya cuando llegué aquí para jugar con América, él mismo me dijo que se había arrepentido toda su vida por no haberme traído. Teníamos una muy buena relación.

El temperamento y la severidad, entonces, vienen desde casa.

Uno crece con el ejemplo que ve en casa. Mi papá se levantaba todos los días a trabajar a las 5:00 de la mañana y luego llegaba y seguía trabajando en otras cosas.
Igual yo. De niño trabajé como zapatero mientras estudiaba y entrenaba en las divisiones menores de Rosario Central, donde llegué a los once años.

¿Cómo fue vivir con esas exigencias de su padre?

Todo eso me sirvió mucho porque después del retiro me dediqué 35 años a dirigir juveniles. Recuerdo que cuando yo estaba en el club de mi barrio mi papá me molestaba mucho, entonces un día le dije a mamá que si eso seguía así, yo no iba a jugar más al fútbol. Él se enteró y siguió viéndose los partidos míos a escondidas. Al tiempo yo comencé a entenderlo, porque no le interesaba que yo fuera futbolista por la plata. Creo que, al final, él fue más fanático de Rosario Central que de su hijo.

¿Por qué salir del equipo de sus amores para venir al América?

La edad y el ambiente. Yo tenía ya 31 años y la verdad es que allá no podíamos perder un partido porque te insultaban y no podías salir de tu casa. Apareció la posibilidad del América, acepté y la verdad es que me adapté muy rápido por la amabilidad de la gente.

¿Qué sintió al llegar a Cali?

Lo que pasa es que yo ya había estado en Cali con la Selección Argentina en unos Panamericanos en los que salimos terceros. Y, la verdad, yo juré que acá no iba a volver porque los aviones de esa época eran muy pequeños y me causaban mucha impresión. Vencí ese temor poco a poco, haciéndome en la cabina con los pilotos (risas).

En ese tiempo se hablaba de que América no podía salir campeón por la ‘Maldición de Garabato’. ¿Cómo enfrentó eso?

Era algo de lo que hablaban mucho los directivos y los hinchas, pero cuando logramos el título se terminó todo eso. Recuerdo mucho ese día, el estadio estaba repleto y cuando celebramos, levanté el trofeo hacia oriental, según recuerdo.

Y el 19 de diciembre se volvió una fecha especial para usted.

Sí. Porque con Rosario Central fui campeón un 19 de diciembre de 1971.

¿Cómo recuerda ese partido definitivo con el Unión Magdalena?

Estábamos confiados en que teníamos con qué ganar. Hace poco estuvimos en Buga con uno de los directivos de la época, y él me hizo recordar que los jugadores de Unión saltaron al campo como cabizbajos. Desde allí dijimos: “esos están muertos”.

Además, nosotros éramos una aplanadora. Sabíamos que si hacíamos el primer gol, lo ganábamos, y por fortuna el resultado fue 2-0.

¿Cuáles fueron los delanteros más complicados que enfrentó en Colombia?

En el Cali eran bravísimos el ‘Tigre’ Benítez y Leonel Scotta. También jugaba muy bien Diego Umaña. Y Willington Ortiz era un jugadorazo. Pero yo les mandaba a Luis Eduardo Reyes para que los aplacara.

¿Cómo era su relación con Reyes, ‘El hombre de hierro’?

Muy buena. Concentré con él durante cinco años y como yo era más grande, le daba muchas sugerencias relacionadas, y por fortuna él y todos me hicieron caso, porque la vida activa de los jugadores dura diez años y en ese tiempo tienen que guardar dinero para vivir otros treinta.

¿Qué es lo que más recuerda del médico Gabriel Ochoa Uribe?

Su forma de ser, autoritaria, pero educativa. Él tenía un pensamiento claro de lo que quería y por eso es el técnico más ganador en la historia del fútbol colombiano. Además, estaba acompañado de un gran profesional como el profesor Gastón Moraga y con el ‘Tucho’ Ortiz, que trabajaba muy bien lo de las divisiones menores, que eso es algo que hoy creo que le falta al América.

¿Qué hizo tras el retiro?

Estuve treinta y cinco años dirigiendo juveniles y después ya me retiré, aunque no del todo porque me dedico a dar charlas. Llevo una vida tranquila: me levanto todos los días a tomar café y a hablar de fútbol y de política.

¿Qué significa estar en este celebración de los 40 años?

Algo muy lindo, porque los recuerdos son imborrables. Estar con todos unidos es muy especial y es el fiel reflejo de lo que mostramos en la cancha hace cuarenta años.

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