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Voces de resistencia: líderes que luchan para sacar a Buenaventura adelante

Líderes de Buenaventura se unieron contra la violencia y la pobreza. Sacerdotes, sindicalistas, artistas y gente del común luchan para sacar su ciudad adelante.

5 de julio de 2015 Por: Ana María Saavedra S. | Editora de Orden.

Líderes de Buenaventura se unieron contra la violencia y la pobreza. Sacerdotes, sindicalistas, artistas y gente del común luchan para sacar su ciudad adelante.

Ese 19 de febrero del 2014, fue una catarsis. Miles de personas con camisetas blancas salieron a las calles. Con carteles contra la violencia. Con fotos de sus muertos y de sus desaparecidos. Con un ataúd para enterrar esa muerte que lleva  años torturándolos. Y gritaron. Y cantaron. Y lloraron. Parecían la marea en la puja más alta que inundó a Buenaventura.

Y allí, en primera fila caminando, marchando, resistiendo… estaban Manuel, Narcilo, Danelly, Adriel, John Erick, Temis, Florencia…. Ellos hacen parte de los organizadores de lo que se llamó Comité Pro Marcha por la Vida.  Integrantes de diferentes organizaciones sociales –sacerdotes, sindicalistas, líderes afro, artistas y gente del común- que quisieron que el país pusiera sus ojos en Buenaventura.

Y la marcha fue el inicio de una serie de reuniones entre estas organizaciones, convertidas en una especie de veedoras del cumplimento de las promesas hechas por el Gobierno Nacional dentro del plan de choque anunciado por el presidente Juan Manuel Santos para mitigar la crítica situación que afrontaba  la ciudad, de  la que él mismo afirmó llevaba cien años de soledad.

Se realizaron 14 mesas de trabajo en las que se hablaron de temas como la falta de agua, el aumento de cupos para el Sena y oportunidades de empleo. Y todos los viernes, de 5:00 p.m. a 7:00 p.m. se reúnen en la sede de la Diócesis.

El viernes pasado se dieron cita hasta las 9:00 p.m. para planear una nueva movilización. Sienten que el Gobierno, una vez bajó la marea, dejó de tener su foco en la ciudad y ha incumplido varias de sus promesas. 

El próximo jueves  9 de julio realizarán un plantón que  comienza en el hospital, seguirá al muelle de La Playita, luego a Hidropacífico -donde quemarán los recibos del agua- y terminará en el CAM.

“Hace más de un año el Gobierno se comprometió con $35.000 millones para el hospital y este sigue sin funcionar, Buenaventura con 400.000 habitantes no tiene un centro de salud nivel 2; las obras que tenían que hacer para el acueducto tampoco están y no tendremos agua en 24 meses como prometieron y así son varios de los incumplimientos”, denunció Narcilo Rosero, uno de los líderes.

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El 2 de junio pasado, el auditorio de Confamar estaba a reventar. El Centro Nacional de Memoria Histórica presentó el informe Buenaventura, un puerto sin comunidad. Una investigación que narra la historia de violencia y exclusión.

Durante el acto, el Centro le rindió un homenaje a los líderes y lideresas que participaron en este proyecto. Y otra vez Manuel, Narcilo, Danelly, Adriel, John Erick, Temis, Florencia…. pasaron al frente para recibir una ofrenda por su trabajo. 

“Olvidar es arrancar de la memoria. Los hijos e hijas de Buenaventura nos negamos a arrancar de la memoria que en estos diez años hemos perdido diez mil mujeres y  hombres. Que nuestros esteros y bahías han sido convertidos en fosas comunes. Que hemos sido desplazados, desterrados, descuartizados y violados”, dijo Danelly Estupiñán, del Proceso de Comunidades Negras, PCN,  y colaboradora del informe.

Manuel, el ‘vigia de la memoria’ de los pescadores[[nid:440399;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2015/07/ie5jul15n6photo01.jpg;left;{Manuel Bedoya es el presidente de la Asociación Nacional de Pescadores Artesanales de Colombia, Anpac.}]] En la mitad del mar está Manuel. Sobre una barca. Alrededor, pescadores. Todos negros. El único blanco es él. Con ese cuadro  el maestro bonaverense César Sarria lo sorprendió hace algunos años.   Una especie de tributo para el líder de los pescadores artesanales.Un blanco de corazón negro, un hombre nacido en el río, pero adoptado por el mar. Ese es Manuel Bedoya.   Nació en el Carmen de Atrato, en Chocó, y llegó hace 50 años al puerto. “Cuando llegué aquí me sorprendí, nunca pensé que existiera un charco tan grande como este -dice mientras señala la bahía-. Yo era niño y en el Carmen me llevaban unas fotos de Buenaventura y me empecé a enamorar de esta ciudad. Cuando me salí de donde estudiaba me vine para acá y acá sigo”, dice. Manuel, el porteño adoptado, el líder de los pescadores artesanales, el docente, el papá del famoso cantante  Yuri Buenaventura, iba a ser sacerdote. Pero se ‘colgó’ la sotana y se casó con su actual esposa. En una historia que muchos amigos cuentan entre risas. “Se robó una monjita -le dice Narcilo Rosero, otro líder del Puerto-. La enamoró, se salió del seminario y se la trajo”, bromea.  Y es que la vida de Manuel es tan apasionante como  una canción escrita por su famoso hijo. En su organización, Asociación Nacional de Pescadores Artesanales de Colombia, Anpac, lleva más de tres décadas. Al llegar al puerto conoció al padre  Gerardo Valencia Cano, al que llamaban el ‘obispo rojo’, considerado uno de los primeros líderes sociales de la ciudad.   Con él  alfabetizó a los pescadores en los caseríos de los ríos. Hoy, 50 años después, con el pelo blanco pero con la misma mirada cristalina y sonrisa amplia,  camina por el centro. Llega con bolso manos libres y con una agenda repleta de papeles. Don Manuel lo llaman unos, otros simplemente Manuel, otros le dicen ‘profe’;  por cada calle que pasa alguien se acerca a darle la mano. Y usted tan popular ¿por qué no se lanza a la política? le pregunto.-Ya lo hice hace años y no pasó nada-, responde. Uno de sus amigos, le dice con admiración “deberíamos llamarlo es ‘vigia del patrimonio’, eso es lo que es usted para esta ciudad”. Es  que en sus archivos tiene la historia de la pesca en el Pacífico.  “Son 20 cajas que tenía guardadas en la oficina de La Playita (la galería) y se las entregué a Memoria Histórica para que la sistematizaran porque eso se podía perder. Es la historia con documentos que he recopilado desde 1978. Allí tengo desde la desaparición de ciénagas y manglares, la contaminación del mar, las quejas por proyectos de expansión portuaria, denuncias de corrupción y el listado de pescadores asesinados y desaparecidos. En los últimos diez años nos han asesinado y desaparecido a 150 pescadores”, dice. El hombre del agua[[nid:440400;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2015/07/ie5jul15n2photo01.jpg;left;{Narcilo Rocero, miembro del Comité del Agua y de la Marcha.}]]Narcilo Rosero. Nacido y criado en ‘Tura’. Estudió en el Pascual de Andagoya y desde adolescente descubrió su vena de líder. Primero en las juventudes estudiantiles de los 70, luego como miembro del sindicato de los vendedores. Narcilo vende libros, esa es su gran pasión. El ‘hombre del agua’ es uno de los miembros del Comité de la Marcha y de la Minga por la Memoria.  Organizó la marcha para enterrar la violencia. Y, luego, en las mesas de trabajo con el Gobierno, ha sido el delegado por la comunidad para ser el vigía de los compromisos  para que se pueda cumplir la promesa de 24 x 24, que es agua las 24 horas en 24 meses. En sus libretas y en una pila de papeles que tiene en su oficina lleva la memoria de los problemas del acueducto en la ciudad de los nueve ríos que no tiene agua potable. Y enumera cada uno de los cuatro puntos a resolver.  Justo esta semana enviaron un manifiesto al Gobierno para que Buenaventura pueda salir de sus problemas, pues ellos, cómo líderes, sienten que la llamada intervención aún tiene deudas con la ciudad. 

Capilla para no olvidar  a sus desaparecidos

[[nid:440409;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2015/07/ie5jul15n9photo01.jpg;left;{Doña Florencia Arrechea, líder del barrio Lleras, es una de las creadoras de la Capilla por la Memoria.}]]

Todo empezó con tres mujeres que oraban para mitigar el duelo.  La primera foto fue la de Domingo Arrechea Venté, el sobrino de doña Florencia. “Sofía, Clementina y yo íbamos a la iglesia a orar, prendíamos tres velas cada ocho días para pedir por nuestros desaparecidos”, dice Florencia.

A Domingo  lo desaparecieron el 4 de noviembre del 2003. Dejó cuatro hijos, dos de ellos han sido criados con la ayuda de su tía, que era como una madre para él.   Desde su desaparición, doña Florencia cada semana empezó a reunirse en la parroquia de San Pedro Apóstol en el barrio Lleras  con otras mujeres para pedir por sus seres queridos que fueron desaparecidos. Cada una llevaba su foto. Cada una traía su drama. Doña Florencia Arrechea, líder del barrio Lleras, es la custodia de la virgen y  de la capilla de la memoria. Es fundadora del barrio y de la capilla. Ella, quien llegó a los 14 años a la ciudad desde Timbiquí,  y empezó  limpiando oficinas y casas y ahora es pensionada, invitó a otras mujeres a orar por sus desaparecidos.  “Doña Florencia ha buscado a su sobrino por todas partes, qué no ha hecho esta mujer por él”, dice el padre Adriel Ruiz, quien coordina Fundescodes, organización que es sede de la capilla. “Nosotros le empezamos a decir a la gente que si tenía familiares desaparecidos trajera su foto y las fuimos reuniendo”, recuerda doña Florencia.  Y las paredes se fueron llenando. El informe presentado por Memoria Histórica muestra que la desaparición forzada es una de las tragedias más grandes en Buenaventura. Entre 1990 y el 2013, hay registros de 465 víctimas de ese delito en el Puerto.  “Los testimonios de las comunidades nos permiten concluir que las desapariciones no ocurren al azar sino que tienen una intencionalidad determinada según el perfil de la víctima (...) En Buenaventura esta modalidad de violencia es con frecuencia acompañada de prácticas de sevicia y tortura, incluyendo el desmembramiento de personas”, indica el informe. Por esta realidad, la capilla se oficializó en el 2010, como un homenaje a Jair Murillo, líder social del barrio asesinado y a los cientos de víctimas de esta violencia. Hoy en una habitación de Fundescodes, las paredes se llenaron de pendones con  fotos y nombres de los desaparecidos.  “Esto es un lugar sagrado. Y es para decir que nunca se nos van a olvidar nuestros familiares”, dice doña Florencia. [[nid:440484;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2015/07/ie5jul15n4photo01.jpg;full;{Buenaventura, Cali y Bogotá. Los actores son jóvenes y mujeres de los barrios de bajamar.Periodista: Ana María Saavedra | Edición: Álvaro Pío.}]] Una obra que narra una historia de dolor y valentía-¿Dónde está mi abuelo? ¿Dónde está mi amigo?¿Dónde está mi madre?¿Dónde está mi casa?¿Dónde está mi sobrino?... La última en hablar fue Vanessa. Con su vestido de flores y su pelo trenzado. En las manos sostenía una tabla mientras  preguntó con entonación ¿Dónde está mi padre? Este no era solo el parlamento de su personaje en la obra de teatro Tocando la Marea, era la realidad de su vida. Es que esta obra, basada en el libro de Memoria Histórica y presentada en Buenaventura, Cali y Bogotá, es la historia de esta ciudad, contada con las letras del conflicto que   ha dejado 4479 muertos entre 1999 y 2012 y 153.000 desplazados... Es una obra que aunque ya está en tablas, apenas se empieza a escribir. El profesor John Erick Caicedo, del Semillero de Teatro de Fundescodes, al que pertenecen 35 jóvenes y adultos mayores de los barrios de bajamar de las comunas 3, 4 y 5 de Buenaventura, es quién la coordinó. El ‘profe’, un sociólogo nacido y criado en el Lleras, uno de esos sectores de baja mar, explica que en diciembre pasado de Memoria Histórica les presentaron el borrador del escrito.  Entonces, cada lunes y miércoles él y sus alumnos se reunieron, apoyados por la artista escénica Juan Salgado, para construir la obra.Vanessa, de 16 años,  apenas salga del colegio quiere ser actriz o médica. Cuenta que les pasaron unos papeles con un fragmento de la investigación y cada uno tenía que presentar su propuesta. Y así entre los personajes que contaron sus tragedias en el libro y las propias historias de los actores se fue tejiendo Tocando la Marea.  “No le hemos escrito un guion todavía, la fuimos construyendo en los ensayos”, explica John Erick. En esas charlas decidieron que su vida estaba ligada a la madera, a las tablas con las que construyeron sus casas. Entonces, escenificaron sus vidas con tablas: bailaron con ellas, hicieron sus casas con ellas, construyeron sus puentes... Y con esas tablas contaron l historia de cómo se construyó la baja mar. Doña Florencia tampoco actuó. Ella que llegó al puerto a los 14 años volada de Timbiquí en una “lanchita de vela”, relató su vida.  Cuando llegó la baja mar no existía. “Llegaba hasta Casa  Blanca y nosotros con basura y con mangle rellenamos este territorio y construimos nuestras casas”, dice y es el mismo parlamento de la obra. Hasta contó la historia de tío Tigre y tío Conejo, una de las fábulas que su abuelo le contaba cuando niña. Su vida, al igual que la de Vanessa y la de otros de los actores, la cuenta la obra. Porque fue una historia de sus realidades. Vanessa dice que la escena en la que un hombre llega tocando cada tabla, como si fuera una puerta, mientras huye de unos pájaros negros, con pico de fusil, le recordó a su padre.  - Vecino, ayúdeme-. No.-Vecina, ayúdeme-. No. Ninguna puerta se abre. Nadie lo rescata. Nadie lo auxilia.  Los pájaros se lo llevan. “Me imaginé a mi papá pidiendo ayuda cuando lo desaparecieron, tocando en cada casa sin que le abrieran. Eso fue aquí,  hace seis años. Era por la noche, mi mamá estaba embarazada y él recibió una llamada, dijo que iba a la esquina. A mi mamá le dijeron después que lo habían visto en la calle Colombia. Lo extraño”, afirma.  Por eso, cuando preguntó ¿Dónde está mi padre? lo hizo desde el corazón, desde su dolor. Es la misma opresión en el pecho que siente doña  Nubia, otra de las actrices. Ella relata que su esposo era pescador y lo desaparecieron. Y no sólo pregunta ¿Dónde está mi esposo? también cuenta que se tuvo que hacer cargo de su familia para sacar a sus hijos adelante. También se pregunta ¿dónde está todo el dinero que no se ve? “Entran camiones y salen. Vemos que salen nuestros recursos y no sabemos para dónde se van, pero con los bonaverenses no pasa nada”, recita. Durante más de una hora, en esta puesta en escena se cuenta la historia de una ciudad golpeada pero en pie de lucha.  Con arrullos, marimba y sus voces le cuentan a Colombia que “al negro de este territorio no lo van a sacar”.

 

Un puerto sin comunidadGonzalo Sánchez,  director de Memoria Histórica, aseguró que este informe muestra la institucionalización de la violencia y la naturalización de la pobreza. “Es un grito a la Nación para que se haga cargo de lo que pasa acá en Buenaventura. Esta es una tragedia que no ha sido abordada ni por la institucionalidad nacional, regional y local ni por la sociedad“.Monseñor Héctor Epalza,  obispo de la ciudad, expresó que “es una impresionante realidad que amerita poner atención afectiva y efectiva. Y lo más preocupante es que los jóvenes son los más afectados”.El informe dice que  163 mil personas han sido víctimas de la violencia entre 1990 y 2014. El 44 % de los bonaverenses. Entre el 2000 y 2014  152 mil personas se han desplazado. También han ocurrido 26 masacres en las que murieron 201 personas y han denunciado 475  desapariciones forzadas desde 1990.“Los grupos armados ilegales -en especial los paramilitares y los posdesmovilización- han implementado una estrategia de generación del terror entre la población local (...) dicho escenario se basa en la ejecución articulada de modalidades de violencia, como masacres, desapariciones, torturas, descuartizamientos, reclutamiento de menores y violencia sexual. Esto permite a los actores armados eliminar a sus adversarios y controlar territorios estratégicos y especialmente someter a la población”, se agrega en el informe.

Temis, un luchador por  su territorio

[[nid:440405;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2015/07/ie5jul15n100photo01.jpg;left;{Don Temis es líder de la Comuna 6.}]]

El papá de Don Temis llegó del Chocó y colonizó lo que hoy llaman el barrio Oriente y la Isla La Paz. Eso, dice el líder, ocurrió hace más de 50 años. Negros del Pacífico a punta de machete se abrieron paso entre la selva y construyeron con madera sus barrios en Buenaventura. Lo que era un monte, rodeado del estero Aguacate, es actualmente una de las zonas más apetecidas del puerto por su cercanía con la vía Alterna y la construcción de bódegas de contenedores. Temistocles Machado, quien ha sido líder de esta zona de la Comuna 6, se unió a la gente de su barrio para que no los despojaran de su territorio. Asegura que personas de otras ciudades llegaron con papeles a querer quitarles sus tierras. Todos los documentos que recopiló por años los entregó en 22 cajas de cartón al Centro de Memoria Histórica para recopilar su historia de resistencia. Contó cómo a través de mingas pacíficas recuperaron la cancha de fútbol para los niños de su barrio. Y,  con la unión, insiste que seguirán luchando para alejar la violencia de la tierra que heredaron de sus padres. Los niños de ‘Tura’ en los micrófonos

[[nid:440407;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2015/07/ie5jul15n7photo01.jpg;left;{Junto a la iglesia de San Pedro Apóstol 30 jóvenes participan en la emisora El Tren de los Derechos.}]]-Hoy estamos en Radio Tren de sus Derechos. Hoy les vamos a hablar de sus derechos. 

-Derecho a la familia todos los niños tienen derecho a una familia. A que se les quiera y ame-, dice Jazmín. -A la educación. Ese derecho es muy importante porque es que gracias a él podemos aprender muchas cosas-, agrega Diego. - El que no estudia cuando vaya a buscar un trabajo no se lo dan. -Y se puede meter a las drogas. Y así  Diego, Loren, Mayestic, Fabián y Jazmín van enumerando sus derechos: familia, educación, alimentación, salud... Este es uno de los programas de la emisora radial El Tren de los Derechos, que 30 niños de los barrios Lleras y  Alfonso López graban todos los sábados. “Estamos haciendo el programa desde hace cuatro años y lo subimos a nuestra página de Fundescodes. Son niños y adolescentes que cambian su forma de pensar y se alejan de ese contexto de violencia. Aprenden de sus derechos y también tienen un intercambio cultural”, dice Osman Andrade, coordinador del proyecto. Vivian Sugey, una de las adolescentes que participan en la emisora, cuenta que para hacer los programas  buscan los temas de lo que ven en sus casas y en su colegio y luego lo proponen a sus profesores. “Compartimos con niños de otros lugares e intercambiamos ideas, también les enseñamos sus derechos, como la vida o la recreación porque acá hay muy pocos sitios para jugar, no hay parques”, explica.

 

Esta historia es resultado del proyecto La cobertura periodística del conflicto y la paz,  acompañado por Consejo de Redacción (CdR) y con el apoyo de International Media Support.

 

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