El pueblo del Valle del Cauca con nombre de presidente y apodado la ‘Ciudad Jardín’

Entre los 42 municipios con los que cuenta el departamento del Valle del Cauca con diversos atractivos y riquezas, hay uno de ellos que es conocido popularmente como ‘Ciudad Jardín’, gracias a sus calles arboladas, sus fincas llenas de flores y el verdor que domina cada rincón del territorio.

Se trata de Trujillo, ubicado en el norte del Valle del Cauca, a unos 1.260 metros sobre el nivel del mar, un municipio que parece detenido entre la neblina de las montañas y el aroma del café recién tostado.

El municipio fue fundado oficialmente en 1930, aunque su historia se remonta a la colonización antioqueña de finales del siglo XIX. Aquellos pioneros paisas que llegaron buscando tierras fértiles para el café fueron los encargados de dar forma a lo que hoy es Trujillo. En un inicio se llamaba Vernaza, pero pocos años después recibió su nombre definitivo en honor al expresidente liberal Julián Trujillo Largacha, quien gobernó Colombia entre 1878 y 1880.

Su desarrollo estuvo íntimamente ligado al auge del café, cultivo que moldeó su identidad económica y cultural. Las laderas de los cerros Azul y Monteloro son hoy símbolo de la pujanza campesina, y en ellas prosperan también productos como el plátano, el banano, el aguacate, la mora y el lulo. En medio de estos cultivos fluyen ríos cristalinos como el Culebras, el Blanco, el Cuancua y el Cáceres, que alimentan los suelos y dan vida a los paisajes de la región.

Conflicto armado, una huella imborrable

Trujillo no solo se destaca por su belleza, su historia está marcada por la tragedia del conflicto armado, que golpeó duramente a su población en los años noventa.

El municipio fue escenario de uno de los casos más dolorosos de violencia en el país, conocido como la “Masacre de Trujillo”. Décadas después, su comunidad ha hecho del recuerdo una forma de resistencia. Hoy, el Parque Monumento a las Víctimas de Trujillo se levanta como un espacio de homenaje, reconciliación y esperanza.

Esa capacidad de sobreponerse al dolor ha llevado al municipio a convertirse en sujeto de reparación colectiva por parte de la Unidad de Víctimas. Cada octubre, sus habitantes celebran las “fiestas del retorno”, una cita cargada de simbolismo donde familias desplazadas regresan a reencontrarse con su tierra.

También en noviembre se realizan las tradicionales fiestas agropecuarias y del café, que reúnen exposiciones, cabalgatas, ferias gastronómicas y concursos que exaltan el trabajo del campo.