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SALUD

Pandemia obliga a cambiar las celebraciones en el Hospital Psiquiátrico del Valle

Los más de cien pacientes del Hospital Pisquiátrico del Valle deberán vivir unas fiestas decembrinas completamente diferentes.

23 de diciembre de 2020 Por: Tatiana Cuero Tulande, del Semillero de Periodismo UAO- El País

Debido a la pandemia del Covid-19, el Hospital Psiquiátrico del Valle, por seguridad de sus enfermos y de sus funcionarios, tomó la decisión de no permitir ninguna actividad que implique aglomeración de personas.

“Este año no hay ni decoración, ni novenas”, afirma José Gilberto Peña, profesional en terapia ocupacional de la institución de salud. Por eso, no hay nada alusivo a la Navidad, no está el árbol que usualmente alegraba los diciembres, ni tampoco las luces que irradiaban sus colores festivos.

Más de cien pacientes pasarán esta festividad alejados de sus casas y de sus familias, porque no habrá visitas; todo se reducirá a la llamada diaria de 5 minutos que, seguramente, muchos familiares aprovecharán para desearles a sus seres queridos una feliz Noche Buena.

Lina, de 27 años, es una de las 264 millones de personas que según la Organización Mundial de la Salud, OMS, padecen de depresión; por eso lleva internada en el Hospital Psiquiátrico un mes. Aún no se acostumbra a la soledad; cada vez que su familia la llama, aprovecha para decirles que los extraña y que cuenta los días para salir. Al otro lado de la ciudad, Natalie, su hermana, dobla rodillas y le ora todas las noches a Dios para que salga cuanto antes.

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Lina ha tenido que cargar con el peso de la soledad. Tras la muerte de su abuelo, lo único que hacía era suplicarle al cielo que se la llevara; se quedaba horas mirando hacia arriba hasta que comenzaba a ver estrellas y se daba cuenta de que había pasado toda una tarde en esa misma posición. Lloraba mucho, a veces sin razón aparente, sus lágrimas simplemente empezaban a rodar por sus mejillas como cascadas.
“Nunca imaginé vivir una Navidad lejos de Lina y menos en estas condiciones”, dice Natalia, con los ojos conmovidos.

Antes de que las sombras de la pandemia y de la depresión entristecieran el ambiente, diciembre siempre era el mes favorito de Lina. Ella se hacía cargo de decorar la casa para que tuvieran la ‘vibra’ navideña; también preparaba el pavo; le quedaba tan rico que su familia creía que sus manos tenían la sazón de varias culturas. Esta vez, posiblemente, la casa no quedó igual de arreglada, ni el pavo quede tan exquisito.

Sebastián también pasará esta festividad sin su familia, pero a diferencia de Lina, no se siente triste; de hecho, asegura que el hospital es una maravilla y que la comida que dan en Navidad es deliciosa. No es la primera vez que este exvigilante de 26 años está internado; hace un año, para un diciembre, lo estuvo porque sufre de esquizofrenia, un trastorno mental grave que afecta a alrededor de 21 millones de personas en todo el mundo, de acuerdo con los registros de la OMS.

Sebastián no tiene buena relación con sus padres, para ellos es difícil que él no quiera hablarles, pero están tranquilos porque saben que está en buenas manos. Además, Sandra, su mejor amiga, los mantiene informados de cómo se siente él, pues lo llama todos los días, en la mañana y en la tarde.

“Se la pasa diciendo que está en un palacio”, dice Sandra, mientras se ríe.
Aunque los padres de Sebastián se acostumbraron a su lejanía, extrañarán su presencia este diciembre, sobre todo, porque la pandemia les impidió verlo. Para estas fechas, su comportamiento era diferente: devoraba la natilla en segundos, y aunque evadía rezar en las novenas, a la hora de la comida sí estaba presente, tal como lo recuerdan ellos, y rememora, entre risas para El País, su amiga Sandra.

Novenas con propósitos terapéuticos

Debido a su diagnóstico de trastorno bipolar afectivo, Edward, de 31 años, estuvo internado doce años en el hospital. Él disfrutaba mucho esta época, porque en este lugar se solían integrar los funcionarios con los pacientes, por ejemplo, a la hora de cantar villancicos.

Los pacientes que tenían permiso para estar fuera de sus salas, se dirigían al gran pesebre que se armaba en el pasillo de Hospitalización. El área de Bienestar Social se encargaba de decorar el espacio con la participación de algunos pacientes y convocaba las novenas como una actividad que, además de brindar alegría, tenía un propósito terapéutico.

En mejores épocas, llevaban algunas orquestas y los trabajadores lideraban las actividades por grupos: un día lo hacía la Gerencia, otro, el personal administrativo, luego los de servicios asistenciales... Todos coreaban con mucho entusiasmo y amor los villancicos. Las familias veían tan alegres a sus seres queridos y ellos estaban tan felices, que por un instante se sentían como en casa.

Pero este año, el espíritu navideño se ha esfumado. Los pacientes no saldrán de sus salas, no jugarán en la cancha de fútbol, no bailarán, no harán reuniones con sus familiares y no recibirán magia en un papel celofán.

Lucía, la madre de Edward, vivió durante años la situación de su hijo. En ocasiones, tuvo que quedarse esperando entre cuatro y cinco días un cupo de sala, porque suele estar copada y en estas circunstancias, ponen a esperar a los pacientes en Urgencias.

Siempre han sido ellos dos. Diciembre siempre fue un mes difícil para ella, y en las navidades que tuvo que pasarlas sola, derramaba lágrimas al ver la silla de su hijo vacía y los regalos debajo del árbol que Edward no abrió.

“A uno le toca ser fuerte, no se puede desmoronar”, dice Lucía.
Hoy en día Edward está en una fundación, pero aún asiste a las citas en el hospital. Suele discutir con su madre para que lo deje quedarse, añora mucho el cuidado de las enfermeras. Aunque sabe que salir del centro psiquiátrico significa recibir buenas noticias para su salud, no deja de extrañarlo.

Lucía le dice las mismas palabras de siempre: “No puedes quedarte si no es estipulado por el médico psiquiatra que te trata” y Edward termina la pequeña discusión apuntando: “mamá, es que el Hospital Psiquiátrico es como mi segunda casa”.

A pesar de que las circunstancias han cambiado para los pacientes debido a la pandemia, aún pueden ver películas navideñas como parte de sus actividades terapéuticas. Esa tradición prevalece. Hace unos días, estuvieron viendo ‘La cabaña’, dirigida por Stuart Hazeldine.

Los pacientes pasarán Noche Buena fuera de sus hogares. Sin embargo, aún conservan el espíritu navideño y saben que sus familiares añorarán tenerles un puesto en la mesa. Por ahora, el plato navideño lo recibirán por parte del Hospital Psiquiátrico que, con mucho amor, se empeña en hacerlos sentir como en casa.

Algunos familiares brindarán por la esperanza de celebrar de nuevo la Navidad sin tener como invitada la soledad; porque como manifiesta el terapeuta José Gilberto Peña, “teniendo fe, quizá, el próximo año sea diferente”.

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