Ríos enfermos
Cali tiene como pocas ciudades el privilegio de contar con siete ríos que además de motivo de orgullo deberían ser una razón poderosa para cuidarlos y garantizar que continúen siendo generadores de vida.
Cali tiene como pocas ciudades el privilegio de contar con siete ríos que además de motivo de orgullo deberían ser una razón poderosa para cuidarlos y garantizar que continúen siendo generadores de vida.
Las fotos publicadas ayer por este diario dejan en evidencia el descuido y el abandono de esos recursos hídricos.
En la mayoría de ellos se han secado los cauces, en otros apenas corren débiles hilos de agua e incluso es evidente la disminución del caudal del río Cauca.
El intenso verano, que ha provocado temperaturas superiores a los 36 grados centígrados, es la causa principal de que hoy ríos como Meléndez, Pance o Cali estén secos.
Pero no es la única razón; la sequía obedece también al deterioro progresivo de sus cuencas, afectadas por la deforestación, por las invasiones de sus riberas, por la contaminación de la minería ilegal y en especial por la indiferencia con que la ciudad mira a sus ríos.
Ellos seguirán enfermos, y en su mayoría moribundos, mientras no se comprenda el significado cultural y social que tienen para la ciudad.
Los caleños dependen de sus ríos para abastecerse de agua, pero también encuentran en ellos unos espacios únicos, que ayudan a respirar a la ciudad y son ideales para disfrutar de la naturaleza.
Por ello y porque son una marca ciudad exclusiva que la identifica, cuidar los siete ríos tutelares, protegerlos y recuperarlos para que no sufran como hoy los estragos del clima, debe ser un compromiso de Cali.