¿Deporte o violencia?
El Deportivo Cali necesita recuperarse de su infortunio y del horror que protagonizan algunos de sus hinchas.
Así los triunfos y las derrotas formen parte de su esencia, el deporte es ante todo paz y convivencia alrededor de una divisa.
Por ello es inaceptable lo ocurrido el pasado miércoles en el estadio de Tuluá, cuando un grupo de hinchas del Deportivo Cali entraron a la cancha y agredieron a su entrenador y a los deportistas.
Si bien es explicable la frustración de los seguidores del equipo verdiblanco por la derrota que padecía frente al Tuluá, ello no justifica la violencia que desataron contra quienes representan al equipo de sus preferencias.
Son las barras bravas que deambulan por todos los estadios de Colombia sembrando el miedo, protagonizando hechos que en muchas ocasiones terminan en sangre y muerte, y alejando a los aficionados que sí creen en el deporte como demostración pacífica y civilizada de los seres humanos.
Los dirigentes del fútbol colombiano están en mora de tomar las decisiones que corresponden para acabar con esas agrupaciones que, como ocurrió en Tuluá, llenan de miedo los escenarios deportivos y pueden causar una tragedia de proporciones.
Y las autoridades nacionales y municipales no pueden seguir tratando con consideraciones especiales a quienes tienen en la violencia su herramienta para mostrarse como amantes del deporte.
El Deportivo Cali necesita recuperarse de su infortunio y del horror que protagonizan algunos de sus hinchas.