Editorial
Tres países en uno
Todo ello conduce a un indicador dramático: para que una familia en Colombia supere la pobreza, se requieren por lo menos once generaciones.
Bajo el clima de polarización extrema que se ha ido apoderando del país, resulta inevitable que gran parte de la sociedad pierda la ponderación, y también la perspectiva, a la hora de opinar sobre qué tan bien o qué tan mal van las cosas en Colombia. Los medios, las redes sociales y las conversaciones de la calle están plagadas de posiciones catastróficas o idílicas sobre lo que está pasando y puede pasar en el futuro. Peor aún, es que el juicio de muchos ciudadanos responsables de la conducción de lo público también parece haber sido nublado por esa confusión.
¿Qué tanto está avanzando Colombia? El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Pnud, acaba de revelar un estudio que entrega respuestas objetivas a ese interrogante, tan complejo de abordar en la actual coyuntura nacional. Se trata del Informe de Desarrollo Humano 2024, el tercero que la entidad publica después de dos estudios similares realizados en el 2003 y el 2011. Por tanto, es la investigación más confiable para evaluar el progreso del país en el presente siglo.
Su principal conclusión es que el Índice de Desarrollo Humano en Colombia -medición que integra educación, salud e ingresos como capacidades básicas para que las personas puedan aspirar a una vida plena, digna y en libertad-, ha aumentado en las dos últimas décadas. El problema es que esos avances no nos han beneficiado a todos por igual.
En efecto, hay muchos indicadores contundentes que no pueden ser olvidados ni minimizados: la pobreza bajó del 49% en 2002 al 36,6% en 2022. En la última década la esperanza de vida pasó de 74,5 años a 75,2 años. El porcentaje de cubrimiento de la educación media aumentó de 80,3% en 2011 a 86,1% en 2022. Además, “Colombia ha traído esperanza al mundo por su decidida apuesta por la construcción de paz o con una ejemplar voluntad por acoger a población migrante”.
Pero las disparidades entre las diferentes regiones se han acentuado de tal forma, que hoy conviven en el territorio colombiano tres países distintos. Uno, liderado por Bogotá y 14 departamentos -entre los que figura el Valle del Cauca-, donde hay niveles de desarrollo humano similares al de los países de Europa del Este. Otro, conformado solo por Guainía y Vaupés, que se asemeja a los países más pobres de África. Y, entre ellos, otros 17 departamentos que parecen detenidos en el tiempo, pues su nivel de desarrollo humano se estancó.
Todo ello conduce a un indicador dramático: para que una familia en Colombia supere la pobreza, se requieren por lo menos once generaciones. Es decir, ni siquiera los descendientes más lejanos de una persona que hoy reciba los ingresos más bajos de toda la sociedad, podrán salir de esa condición durante el presente siglo.
Motivos de sobra que deberían obligarnos a una reflexión más serena y menos visceral sobre el camino que debería seguir Colombia en los próximos años. La ideologización extrema que se ha tomado el debate público, arrinconando los criterios técnicos, no es la mejor ruta para que el país siga avanzando en términos de desarrollo humano.
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