Vacuna: cruz y cara

Comencemos por decir que, tal y como se presagiaba, a este supermercado de las vacunas no íbamos a entrar todos al mismo tiempo. Y menos con tarjetas del mismo cupo.

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14 de feb de 2021, 11:40 p. m.

Actualizado el 18 de may de 2023, 06:48 a. m.

En teoría, estamos en Colombia a las puertas del aterrizaje de la vacuna. Será el 20 (este sábado), ha dicho el presidente Iván Duque.

Mejor que sea así. Millones de colombianos, en el orden establecido, esperamos por ella para, ojalá, buscar frenar esta inmensa tragedia, por la que nadie debería salir a cobrar aciertos. Porque, al menos aquí, hay pocos. Sería inaudito colgarse medallas sobre el dolor de tanta gente caída y doliente (ya bordeamos los 60 mil fallecidos). Bueno, si es que aún queda algún rasgo de humanidad y decencia.

Sí, espero la vacuna (en el lugar de la fila que me asignen), pero este camino que nos espera será largo y culebrero.

Tal asalto de miedo, ese que me cobija, no es gratuito. Ahí están, como evidencia, piedras inmensas que se atraviesan como para no verlas, no solo para nosotros, sino para buena parte del planeta, porque no dependemos de nosotros mismos. Más bien somos pequeñas fichas de un inmenso rompecabezas.

Comencemos por decir que, tal y como se presagiaba, a este supermercado de las vacunas no íbamos a entrar todos al mismo tiempo. Y menos con tarjetas del mismo cupo.

Así es como Canadá ya pidió, y pagó, el derecho a tener cinco veces más de lo que necesita (fuente: BBC). Estados Unidos ya inmuniza (o lo más parecido) cada día a dos millones de personas (fuente: Bloomberg). E Israel va tan adelante que ya blindó (que así sea) al 90% de los mayores de 60 años (fuente: La Vanguardia de Barcelona). Todos, países con suficiente músculo para tomar la delantera.

En otros mundos (los de Rusia y China), se administran exitosas recetas propias y quedan existencias para ofrecer a otras naciones. Es de agradecer, más allá de los intereses políticos que puedan correr a la par.

Todo eso no debería extrañarnos. ¿Por qué el mundo del Covid-19 iba a ser diferente al mundo que teníamos antes y que vamos a tener después de la pandemia? Esto que nos pasa ahora no deja de ser un simple espejo de tantas realidades. Ellos, los poderosos y pudientes, llegaron primero a la vacuna porque tiene con qué (y también porque se anticiparon, eso en lo que más fallamos aquí).

Hay más, aparte de esos privilegios de siempre. Se trata del inmenso negocio de las farmacéuticas. Ya está claro que, por más esfuerzo que hagan, esas empresas no pueden responder a la inmensa demanda que hay. Les resta fabricarlas en otros lados (India es una opción, dicen los expertos, dueña para esos fines de una gran infraestructura). No lo hacen porque tendrían que ceder patentes. Y con covid o sin covid la plata sigue siendo la plata. Así que por ese lado del abastecimiento, más de medio mundo está fregado. Si lo están en Europa, ¡cómo no lo vamos a estar nosotros, ese país pobre que somos!

Queda la opción de la cooperativa Covax, aquella buena y romántica idea que habla de ayuda de las naciones más ricas a las más necesitadas para una mayor equidad en la distribución de las vacunas. Ver para creer. Lo dice la OMS (con toda la información que posee), que salió hace un par de días a advertir que si no se dejan de lado las políticas nacionalistas de algunos esto va a terminar muy mal.

A este panorama le faltan cosas. Una, los alcances y sorpresas de las nuevas mutaciones del virus. Otra, las particulares condiciones locales.
En nuestro caso, con agravantes tan disímiles como ineptitud oficial, corrupción, miseria, conflicto armado y politiquería de porque sí y porque no. Sin dejar de lado la dura geografía o la desconfianza hacia la propia vacuna, como lo enseñó una reciente encuesta del Dane.

No es esta columna ave de mal agüero. Más bien pretende servir para que tomemos conciencia de que aquí todo será muy relativo, comenzando por el cumplimiento de plazos y metas. Mejor dicho, esto es lo que hay y esto fue lo que nos tocó, que no es lo mismo.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

Directora de El País, estudió comunicación social y periodismo en la Pontificia Universidad Javeriana. Está vinculada al diario EL País desde 1992 primero como periodista política, luego como editora internacional y durante cerca de 20 años como editora de Opinión. Desde agosto de 2023 es la directora de El País.

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