También Cartagena
Cartagena de Indias se ha ido convirtiendo en una ciudad invivible para propios y extraños
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6 de nov de 2022, 11:35 p. m.
Actualizado el 17 de may de 2023, 12:16 p. m.
Cartagena de Indias ha sido uno de los destinos más soñados. Casi todos tenemos una historia allí. En sus murallas, en sus playas y demás fabulosos rincones. Igual les sucede a quienes vienen del exterior.
Lástima sí que todo eso parezca hoy pasado. Lo dice la percepción de pesadilla de quienes últimamente la visitan por turismo o por negocio. Al igual que los hechos y las cifras que demuestran que el crimen y la inseguridad andan de la mano allí sin quién los ataje.
Veo en el diario El Universal de esa ciudad que, por ejemplo, los casos de sicariato llegaron ya a 300 en lo que va corrido de este año.
Podríamos comenzar por hablar de homicidios y de hurtos. Y de esos abusos de que son víctimas los huéspedes por parte de avivatos que cobran en oro el valor de un plato de comida.
Pero el hecho este de que pistoleros a sueldo obren sin que nada ni nadie se los impida, además en semejante proporción, nos da una idea de lo que allí se vive a diario, para terror de la ciudadanía.
Sobreviene entonces esta tormenta perfecta. La que nace en parte de la dolorosa situación económica y social de la mayor parte de su población. Lo que a la vez contrasta con el más insultante derroche de quienes, con plata bien habida y de la otra, han convertido la ciudad en pasarela a la que le importa nada la dura realidad de esos otros, invisibles a sus ojos.
Es de allí de donde sale la carne de cañón de las bandas criminales.
Si a eso sumamos los efectos de una corrupción secular, caen juntas sobre la ciudad todo tipo de plagas, entre ellas la explotación sexual de menores.
Por eso es que, a los ojos de todos, Cartagena de Indias se ha ido convirtiendo en una ciudad invivible para propios y extraños. Eso es imposible de disimular.
El terrible episodio de estos días en el que un par de asesinos en moto segó a tiros la vida de una niña y de su padre, cuando este la recogía en su vehículo a la salida del colegio, parecería ser la tapa. Quién sabe. En Colombia, toda pésima situación es susceptible de empeorar.
Y como pasa en otros lados, los cartageneros no tienen ante quién quejarse. Menos ante un alcalde que no ejerce como tal. Por eso claman al Gobierno Nacional que actúe.
Un gobierno que prometió, en consejo de seguridad reciente al que no asistió el Presidente de la República (cuando todos le esperaban), tomar medidas y entregar prontos resultados. Todo indica que eso no está pasando.
Queda decirles a los cartageneros que no están solos porque tienen la solidaridad de millones que queremos a su ciudad.
Aunque tampoco están solos, y esa es la parte mala, cuando, al igual que quienes habitan en Cali, Bogotá y Medellín, entre otras grandes capitales, tienen al frente de sus destinos no a los más capaces. Ni siempre a los más honestos. Preocupados además por lavar sus irreparables imágenes mientras le sacan el cuerpo a las obligaciones que juraron cumplir.
Quizás nunca como antes las ventajas de la figura de la elección popular habían estado tan a la baja. Aunque la menos culpable es ella, cual expresión y conquista de la democracia.
Por eso mismo, las elecciones locales del próximo año son una inmensa oportunidad para cambiar el rumbo. A ver si no la dejamos pasar.
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Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

Directora de El País, estudió comunicación social y periodismo en la Pontificia Universidad Javeriana. Está vinculada al diario EL País desde 1992 primero como periodista política, luego como editora internacional y durante cerca de 20 años como editora de Opinión. Desde agosto de 2023 es la directora de El País.
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