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La verdad

Quizás si antes hubiera habido un minuto de reflexión, y una pausa a la muerte, no habríamos repetido una y otra vez esta tragedia.

3 de julio de 2022 Por:

No sé qué es más aterrador. Si conocer los alcances, en términos de víctimas y de prácticas criminales, de lo que deja la violencia en Colombia desde 1985 a 2018 y que ahora comienza a desvelar la Comisión de la Verdad.

O saber que antes de esta horrible noche hubo otras tantas a las que se les dio cristiana sepultura por orden de la historia oficial.

¿Cómo, me pregunto, se nos fueron 450 mil vidas en nuestra propia cara, sin que siquiera supiéramos cuántas les habían antecedido en esta vorágine de la que no hemos podido salir desde que sabemos que existimos como nación?

Quizás si antes hubiera habido un minuto de reflexión, y una pausa a la muerte, no habríamos repetido una y otra vez esta tragedia.

De pronto este puede ser ese momento. El trabajo final de la Comisión debería ser esa primera piedra. Ya lo suyo es un antes y un después en la construcción de una memoria que nos pertenece a todos.

Algo así ya lo han hecho otros pueblos. Y a ellos también les ha costado y les sigue costando. Pero para casi todos ellos el trágico pasado está cada vez más lejos. O al menos se le mira con más madurez.

No crean que para los Estados Unidos ha sido fácil dejar atrás su Guerra de Secesión. O a los españoles pasar la página de la Guerra Civil. O a Francia, algunas cuestiones de la Segunda Guerra Mundial o el asunto Argelia, solo para citar dos de los tantos capítulos de una democracia colmada de encendidos debates y sentimientos.

Incluso podría decirse que, pese a pasar tantos años, esos temas siguen ahí. A veces, con la habilidad del caso, los políticos vuelven a traerlos de cuando en cuando al escenario para cosechar apoyos.

Pero al mismo tiempo, estos momentos, casi siempre dolorosos, son la historia misma. Por eso no pueden soslayarse. Y soslayar ha sido uno de los grandes pecados de la sociedad colombiana: creer que es más recomendable el 'dejemos así' que dar con la verdad.

Desde tiempos inmemoriales aquí se prefirió en los hogares no llamar por el nombre a lo que ocurrió con los padres o con los abuelos. Igual, así pretendieron educarnos en la escuela.

No sé cuánto habrán cambiado las cosas, pero en mis lejanos tiempos estudiantiles las muchas guerras fratricidas del Siglo XIX no existieron, incluyendo la de los Mil Días que encadenó con la nueva centuria. Y el 9 de abril pasó de puntillas. Y ni hablar de eso a lo que de manera eufemística llamaron La Violencia, que dejó 'solo' más de 200 mil muertos.

Pues bien, de eso que olvidamos hacer con juicio pasamos ahora a lo que la Comisión acaba de realizar con visitas a territorio. ¿Para qué? Para reunirse con muchas y diferentes víctimas, interesadas en saber de su caso. Pero además, inquietas por conocer por qué les había pasado lo que les sucedió.

Un propósito como este jamás tendrá fin. Muchos casos y preguntas quedarán por resolver. Aunque, así mismo, esta niebla que nos ha cubierto durante tanto tiempo se hará cada vez menos densa si persistimos en lograr que pase la luz de la verdad.

Una verdad, ni mala ni buena. Solo lo que es, verdad.

Bienvenido pues este invaluable aporte para, entre muchas cosas, ayudar a que sanen las heridas. Gracias a la Comisión por haberlo hecho a fondo y sin temores. Y con el permiso de sus miembros, gracias a un hombre que ya no está con nosotros y nos hace mucha falta. Un maestro que dedicó su vida a buscar esa verdad desde la trinchera del periodismo, Alfredo Molano Bravo.

AHORA EN Victor Diusaba Rojas