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No tengo datos sobre 2021, pero sí me preocupa encontrarnos con que entre 2019 (cuando estuvimos sobre los 24) y 2020 tuvimos tan poca reducción en esa misma tasa, siendo que en la mayor parte del año estuvimos confinados.

27 de junio de 2021 Por:

Sobre algunos crímenes de los que han sido víctimas jóvenes en su ciudad, dijo la semana pasada el alcalde de Tuluá John Jairo Gómez, en diálogo con Caracol Radio, que "eso es lo que pasa hace 30 años". Y le da la razón al mandatario local el periodista Alfonso Ospina (colega y amigo de muchos años en esta casa periodística), con este agregado: “Allá (en Tuluá) y en todo Colombia pasa lo mismo hace 30 años y nadie hace nada”.

Y eso que hemos avanzado si de lo que se habla es del descenso en ese indicador que nunca nos debe dejar tranquilos: el de la tasa de homicidios. Aquel en el que en los (también) terribles años 90 del siglo pasado trepamos a 71 homicidios por cada cien mil habitantes y que en 2020 cerró cerca de 23,79. Un descenso casi del 65%, ojo, alcanzado a lo largo de tres décadas (valga la precisión, porque no faltará el hábil oportunista que se achaque supuestos méritos comunes o ajenos).

No tengo datos sobre 2021, pero sí me preocupa encontrarnos con que entre 2019 (cuando estuvimos sobre los 24) y 2020 tuvimos tan poca reducción en esa misma tasa, siendo que en la mayor parte del año estuvimos confinados. Es decir, sí en el país no hubo el año pasado “ni un solo homicidio en 347 municipios” (dijo la Presidencia), la cuestión es por qué esa tendencia no fue mayor, digo, en vista de las particulares condiciones en que nos vimos obligados a vivir.

Cosa aparte es eso que tiene todo derecho a calificarse como percepción, lo que no siempre choca con la realidad. Quizás porque en este caso el tema es la vida y nada tiene más derecho a despertar máxima sensibilidad que ella misma. Ahí es cuando casos tan dolorosos como el de la decapitación del joven Santiago Ochoa dejan de ser una cifra y se convierten en tragedias con rostro que nos llaman la atención y que, infortunadamente, suelen terminan en impunidad.

Igual, uno se pregunta por qué tanto otros como él se van cubiertos por el manto del silencio, no porque necesiten de los reflectores de los medios de comunicación, sino porque solo en la medida de que le demos igual valor a la vida de todos, podremos avanzar a la construcción de una sociedad mejor. Sobre todo, cuando si de mirar con cuidado esas mismas cifras, duele volver a comprobar eso mismo que ya sabemos y que no parece preocuparnos lo suficiente: la franja etaria en la que la muerte violenta más campea a sus anchas está entre los 15 y los 34 años. ¿Hasta cuándo vamos a seguir viendo morir así el mañana?

Pero también está lo otro, eso a lo que mejor hace también referencia el alcalde, a la muerte atroz, a eso que pasa “hace 30 años”, dice el alcalde.
Se queda corto. Lo dice la historia del centro del Valle del Cauca y la historia del país. Esa historia que tanto nos cuesta mirar hacia atrás por prejuicios o por física cobardía. Lo mismo que hacía que hace 60 años el maestro Orlando Fals Borda se preguntara:

“¿No será masoquista rumiar los temas tremendos de la violencia política (y de todas las violencias, digo yo) - apenas una de las consecuencias sociales del odio -, repitiendo sus lúgubres detalles, rememorando suplicios y ultrajes, escarbando en el polvo sangriento de las masacres o en el lodo nauseabundo del detritus político, sin alcanzar a levantar la vista para descubrir alguna luz, alguna esperanza de respiro o salvación?”

Y se respondió él mismo, al lado de Umaña Luna y Guzmán Campos en La Violencia en Colombia (Taurus): “Y sin embargo, es necesario descender con horror, con asco, pero con ilimitada comprensión humana, con heroica y cristianísima caridad a ese subfondo de miseria, para ver de cerca el alma misma de un conglomerado que se desintegró y buscar soluciones adecuadas con conocimiento minucioso de su tragedia y de su patología”.

Lo mismo de siempre, hasta que decidamos, todos, hacer de la vida lo que debe ser: único y supremo valor.
Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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