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El sombrero de Germán

El sombrero es parte fundamental de la vida en las regiones o, si quiere dígalo, en la provincia.

11 de julio de 2021 Por:

Estimado Germán*: al igual que tantas otras cosas, estas charlas se nos quedaron a mitad de camino. Y es que, como sucede en el fútbol, que tanto te gustó, los desafíos de la vida nunca nos llegan bien redondos a los pies ni siempre nos cogen bien parados. Menos en este partido del sin regreso que, alguna vez, todos vamos a jugar y a perder.

Eso lo viste claro en los últimos años desde tu despacho, hecho ya el ingeniero de éxito que ayudó desde el sector de la construcción a convertir a Armenia, junto a tu hermano César, en esa ciudad grande que sigue teniendo el encanto de sentirse chica.

Pero eso no fue más que el presente con el que ahora te recuerdan y te lloran. Porque lo tuyo, tu victoria, se hizo en las calles de barrio y en esto que ahora, con tu permiso, pongo aquí. Esta es, Germán, la historia del sombrerero que me contaste. El sombrerero que nunca dejaste de sentirte, con esa buena costumbre de mirar a los ojos:

El sombrero es parte fundamental de la vida en las regiones o, si quiere dígalo, en la provincia. Y es que a diferencia de lo que creen en Bogotá, el sombrero no es ocasional. Sirve para el campo y para tapar el sol. No en vano: “Donde dejo mi sombrero, ahí está mi casa”, “donde no hay cabeza, está de más el sombrero” y “no hay que saludar con sombrero ajeno”. ¿Y cómo se vende un sombrero? Ese era el tema en esencia: si vendes, vives, si no vendes…

En principio, y a simple vista, todos los sombreros son iguales. Para los neófitos. Porque no hay derecho a confundir un aguadeño con esa “cosa blanca” adornada con cinta negra que muchos suelen llevar puesto sin enterarse de lo que llevan encima.

Bueno, dejémoslos en imitación aguadeño, a los que, para empezar, había que darles la horma para que se vieran vaqueros. Pero el que daba la última palabra no era el comprador o la compradora, sino el espejo, nuestro mejor aliado. Ahora, no te voy a decir mentiras, el espejo y ella, la mujer, que, al final, tenía la última palabra. Siempre tienen la última palabra.

Así, un tipo feo quedaba hecho el mismísimo John Wayne en esas viejas películas del oeste. O, para guardar las proporciones, un Miguel Varoni de nuestras telenovelas. Ambos, Wayne y Varoni, también tipos feos, pero con el encanto que solo tenemos los feos.

De todas maneras, y como no había tiempo de claudicar, aparecían otras técnicas que habíamos inventado con mi hermano César. Una parecía fácil: el cliente venía muy tranquilo por la calle y de pronto uno le caía por sorpresa y, sin permiso, le ‘chantaba’ el sombrero. Y si el hombre no se molestaba, pues seguíamos adelante. Podía ser con un toque para que el ala cayera poco y el cliente se sintiera Gardel, o pidiendo a un transeúnte su opinión, por supuesto siempre positiva.

Aunque a veces nosotros, cazadores, resultamos cazados. Digo, por fortuna. “Oiga, amigo -nos sorprendía algún cliente- no le compro el que me ofrece sino el que lleva puesto”. En realidad, ellos, antes que comprar un sombrero, lo que querían llevarse era nuestra pinta. Y era que doña Ofelia, mi mamá, nos pedía que, por encima de cualquier necesidad, nos dejáramos ver presentables. Y que siempre confiáramos en dar saltos firmes en la vida, eso que tanto nos ha inculcado…

Y sí, las cosas luego cambiaron mucho, pero en el fondo nunca he dejado de ser el vendedor de la calle, esa misma gente que a diario nos encontramos por ahí y que merece nuestro respeto. Porque todos somos parte del problema y todos debemos ser parte de la solución. Esto no se soluciona con medidas de Policía sino con políticas integrales. Si queremos ser incluyentes, hay que brindar oportunidades. Y hay que formalizar esas actividades y muchas más. Porque ellos también hacen grande este país…

* Germán Toro (49 años) y su madre, Ofelia Castillo (78 años), fallecieron víctimas del Covid-19 la semana pasada en Armenia. Paz en sus tumbas, como en las de tantos que ahora viven en la memoria de quienes les conocieron y amaron.
Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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